Entrevista

Bruno Galindo: "En España se lee poco, pero se edita muy bien"

  • El periodista y escritor llega a Salobreña para una charla con Antonio Arias sobre la industria musical

  • Considera que la baja fidelidad "está bastante extendida" en todos los ámbitos culturales, salvo la literatura

Bruno Galindo

Bruno Galindo / Diego Arias

Escrito como un relato autobiográfico en tres tramos: periodístico, industrial, artístico, Bruno Galindo en su libro Toma de Tierra relaciona los grandes acontecimientos y procesos sociales de las últimas décadas (de la Transición al Covid-19, del optimismo económico de la segunda mitad de los 90, al crack de Lehman Brothers, de la muerte de Elvis al 15-M, del boom gentrificador al #MeToo) con una larga lista de personajes vistos a corta distancia: Lou Reed, Patti Smith, Miles Davis, Radio Futura, Jarvis Cocker, Debbie Harry, David Bowie, R.E.M., Tom Waits, Bob Dylan, Joe Strummer, Oasis, Antonio Vega, Prince…

Galindo, periodista y escritor de largo recorrido, también músico, charlará sobre este libro con Antonio Arias y Carlos Pérez de Ziriza en la Tendencias de Salobreña el día 3, a las 22:00 horas en el Paseo de la Iglesia.

-Un ministro de Cultura decía que el rock "cuanto más duro, mejor". Y la reina va a ver a Los Planetas… de contracultura ya más bien poco ¿no?

-La contracultura no existe. Y si existe no es musical: está en la lucha por el medio ambiente, en no comprarte cosas, en crear parentescos interesantes, en no volverte loco. Quizá contracultura también es una delegada de Cultura tuiteando que le encanta Yung Beef y este contestándole algo por lo que podrían meterle en la cárcel.

-Escribía el poeta cubano José Martí, que, a la vuelta de un viaje a Estados Unidos "había visitado el vientre del monstruo". Usted pasó mucho tiempo en la megaindustria... ¡y también sobrevivió!

- A mí me tocó visitar su intestino, no sé si el delgado o el grueso. Pese a todo aquella megaindustria de la música en los 80 y 90 era más humana, divertida e improvisada que la actual. Había más libertad en aquellas esa industria musical vintage que en estos algoritmos. Y todo aquello dio de comer a mucha más gente que lo de ahora.

- ¿Con secuelas?

-Con secuelas. Con siete u ocho trabajos a la vez, pero aquí seguimos.

-Un amigo mío, que terminó dirigiendo una discográfica, me dijo que en cuestión de un par de años habían pasado de hacer una convención en Cancún a otra en Chinchón… ¿El final estaba ya escrito?

-¿Estarían siguiendo un patrón fonético? Bueno, si aquello ocurrió a principios de los dos miles, el final lo estaban escribiendo, sí. Estaba cantado que las telecos iban a servirse de la música como simpático software gratuito, y que el poder iba a decir que adelante: recordemos que la zanahoria de internet era “¡descárgate 100 millones de canciones por solo 24,99 al mes!”. Muchas tramas y subtramas de esta historia ya estaban escritas. Bono, de U2, me dijo, en una borrachera en Dublín en 1996, que en veinte años la música grabada sería gratis y que se consumiría por vía telefónica. En realidad pasó un poco antes.

- Usted que ha frecuentado a los artistas totémicos del último medio siglo ¿en ocasiones hay que separar la obra de un artista de su calidad humana?   

- Yo creo que sí hay que hacerlo siempre que se pueda. Esto incluye, lateralmente, el esfuerzo por disfrutar de la obra de artistas santurrones, carentes de toda maldad.

- Cuando usted era joven soñaba con el mejor equipo HIFI… En el siglo XXI se consume (y tira) amputada y en ridículos altavocitos inalámbricos. ¿Podemos generalizar a otros órdenes de la vida? 

- La baja fidelidad está bastante extendida, sí. El cine ha salido igual de mal parado, pero los libros, en cambio, cada vez están mejor hechos. En España se lee poco, pero se edita muy bien.

- Precisamente aquí en Granada surgió con el Espárragorock (y con otro más desconocido pero muy significativo, el Rockconpilas de Salobreña) el concepto de festival en los términos contemporáneos tras aquellos de los 70 de Canet, Burgos, León etc un boom que parece no tener límite, con asistencias brutales financiadas hasta por fondos de inversión. ¿Estamos festivaleando por encima de nuestras posibilidades?

-Una cosa es el exceso de festivales (que lo hay) y otra cosa es la burbuja (que creo que no la hay, a juzgar por que la demanda los absorbe todos). Creo que el modelo de negocio —por utilizar palabras clásicamente capitalistas— da de sí porque la mayor parte de la gente no vive en grandes ciudades y celebra poder ver en un día o dos a un montón de bandas que le gustan. Bien por los festivales entonces, son las nuevas fiestas de pueblo, y eso no está mal. Lo que sí hay que señalar es la clamorosa falta de originalidad de tantos festivales. Se echa en falta personalidad. Granada tiene una importancia patrimonial en el rock español; recuerdo algunos Espárragos imborrables. También tiene un pequeño festival con más de treinta años de vida, el Tendencias Salobreña, y yo aprecio muchísimo estar invitado.

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