Con retraso respecto al ámbito anglosajón y francófono, el sector académico español de la comunicación y la estética se ha ido sumando poco a poco a los estudios feministas para reivindicar el matiz de género y la visibilidad y singularidad de la creación artística femenina a partir de un instrumental teórico y una metodología que transitan del análisis textual al psicoanálisis pasando por la semiología, el marxismo, la sociología o los estudios culturales.

Sentadas las bases conceptuales y los focos de interés en las obras fundacionales de autoras como Mulvey, De Lauretis, Kuhn, Kaplan o Doanne, la investigación feminista ha ido incorporando al discurso crítico asuntos tales como la representación de la mujer, la deconstrucción de los estereotipos, la (des)igualdad del género, la articulación del punto de vista narrativo, la marginación en los oficios del cine o los procesos espectatoriales desde una perspectiva eminentemente reivindicativa que ha contribuido a revisar y enriquecer, no sin polémicas, la redacción de la propia historia del cine.

Dentro de las obras de carácter historiográfico y documental, el Diccionario crítico de directoras de cine europeas que ahora aparece viene a cubrir un enorme hueco en la configuración de ese gran mapa nominal del cine del viejo continente que, si bien cuenta con numerosas monografías y trabajos sobre actrices o estrellas, no disponía de un trabajo serio y sistemático que recuperara las bio-filmografías y trayectorias de todas las mujeres que, desde los orígenes hasta 2009, han dirigido películas de ficción o documentales.

Reivindicando la figura fundacional de la directora francesa Alice Guy Blaché, cuya carrera comienza en 1896, como primer pilar sólido sobre el que asentar esta labor de restauración y visibilidad, este diccionario, nacido del Proyecto de Investigación con Perspectiva de Género de la Universidad de Oviedo y con mayoría de participación de investigadoras, ordena, documenta y analiza la obra de pioneras como la italiana Elvira Notari, la sueca Anna Hofman o la rumana Marioara Voiculescu, directoras del primer sonoro y las vanguardias como Germaine Dulac, Leni Riefenstahl, Thea Von Harbou, Lotte Reiniger, Esfir Shub, Musidora, Ida Lupino o Maya Deren, y, como lógica consecuencia de los cambios sociales que se producen tras la Segunda Guerra Mundial y la irrupción de la modernidad, la de algunos de los nombres capitales del cine europeo de las últimas décadas: las francesas Agnès Varda, Marguerite Duras, Daniele Huillet, Anne-Marie Mièville, Jackie Raynald, Coline Sérreau, Claire Denis, Catherine Breillat, Claire Simon, Agnès Jaoui, Pascale Ferran, Nicole Garcia, Valeria Bruni, Julie Delpy o las hermanas Isild y Maïwenn Le Besco; la belga Chantal Akerman; las británicas Sally Potter, Antonia Bird, Andrea Arnold y Lynne Ramsay; las italianas Liliana Cavani, Lina Wertmüller, Cristina Comencini y Angela Ricci-Lucchi; las alemanas Margarette Von Trotta, Doris Dörrie y Angela Schanelec; la checa Verà Chytilova; las rusas Larisa Chepitko y Natalia Bondarchuk; la húngara Márta Mészáros; la polaca Agnieska Holland; las austriacas Valie Export, Barbara Albert y Jessica Hausner; las suizas Lea Pool y Pippilotti Rist; la sueca Liv Ullmann; las danesas Susanne Bier y Lone Scherfig o las portuguesas Claudia Tomaz y Teresa Villaverde.

Espacio ampliado, tal vez en exceso en términos proporcionales, tiene en el diccionario la presencia de cineastas españolas. Desde la pionera del sonoro Rosario Pi a Isabel Coixet, por sus páginas desfilan nombres de peso de nuestro cine como Margarita Aleixandre, Ana Mariscal, Pilar Miró, Josefina Molina, Icíar Bollaín, Patricia Ferreira, Rosa Vergés, Helena Taberna, Chus Gutiérrez, Ángeles González-Sinde, Gracia Querejeta, María Ripoll, Silvia Munt, María Lidón o Laura Mañá, una gran mayoría de las cuáles ha podido incorporarse con regularidad a la industria bien entrado el periodo democrático.