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Cocinando el Cabaret Popescu

  • El equipo de Laví e Bel se prepara cada jueves, viernes y sábado noche para intercambiar sonrisas y diversión a la vez que el público disfruta de una cena creada por el chef Álvaro Arriaga.

Suenan los primeros acordes al compás de la vajilla. Las luces, tenues, hacen ya el trabajo del sol que empieza a desistir. Son casi las nueve. En este escenario no hay vida tras la cortina, el barullo se cuece bajo el edificio del centro de la Memoria Histórica de CajaGranada. A falta de media hora, cada integrante de Laví e Bel (y compañía) ocupa su puesto: el chef, Álvaro Arriaga, revisa en la zona de emplatado el orden de la vajilla, minuciosamente cuidado, para evitar la confusión de los camareros una vez iniciado el alboroto. Arriaga cuenta cada detalle sobre organización del servicio, fundamentada en la compenetración absoluta de los actores para alcanzar la agilidad que impida el devenir del espectáculo. Mientras, en la calle, varios deportistas curiosos buscan un resquicio por el que localizar la música. "¿Cabaret Popescu? ¿En qué consiste?", se preguntan. Lo saben los excesivamente puntuales que esperan a sus acompañantes en la entrada de la Plaza de las Culturas. El "boca a boca" es el aliado de Cabaret Popescu, en eso coinciden todos.

A esta hora, las plumas y brillos siguen en el perchero. El camerino se llena poco a poco, cada cual lo hace cuando puede. Bajo el suelo empieza a brotar la familia Popescu. Todos creen que es una noche especial, pues además de que el número de clientes es superior al habitual, han traído como novedad a dos músicos que acompañaran a la orquesta. "Nos gusta invitar a familiares y conocidos a nuestro espectáculo. Una noche también nos acompañó una cantante", explican mientras se maquillan y pican algo de comer.

A pesar de que el reloj no da tregua, sorprende la falta de nerviosismo aparente, bromean y se caracterizan entre risas, quitándose el sitio unos a otros. Uno de los actores, Antonio Leiva -'Toño'-, oscurece su barba y sus cejas, su "plumífero" personaje suele ir afeitado, cuenta, pero los actores deben hacer excepciones en su imagen si dan forma a varios proyectos al mismo tiempo, él también participa en un cortometraje. Sus compañeros lo tachan de coqueto: "Nacho es presumido pero rápido porque es veterano, Toño es novatillo todavía", bromean entre los espejos que ambientan un improvisado y completo camerino que encabeza la imagen del actor Hugh Jackman, en un recorte de revista pegado a la pared. ¿Por qué está ahí? "Es nuestra fuente de inspiración, nos encanta", confiesan. "Para unos más que para otros", surge algún que otro reproche. Y también trucos producto de la veteranía.

Esta familia de cinco integrantes consigue interpretar a lo largo de la noche a un sinfín de personajes en un tiempo récord, la explicación: maquillaje acentuado independientemente del sexo -se las ingenian para que no se note en algunos personajes- y ropa preparada para el cambio de papel. Es la hora de subir y muchos ya lo han hecho, la gente se agolpa en la entrada. "¿Que nos quedan dos minutos para hacernos una foto? ¡Eso es una eternidad para nosotros!", bromean con el fotógrafo. En pocos segundos, nadie se mira al espejo, el maquillaje está intacto, y el perchero medio vacío, "un poquito de miel y para arriba" dice el integrante rezagado que sube de dos en dos las escaleras. Sus gargantas lo necesitarán durante la próximas cuatro horas.

Acaba de entrar septiembre, y en consecuencia, la noche ha inundado Granada a las nueve y media. Las luces de pared a pared crean un vaporoso y delicado ambiente entrelazado con la proyección de edificios y carteles silueteados al más puro estilo Las Vegas que invitan a aquel que llegue a una divertida terapia de evasión. Ahora sí... ¡Que empiece la función!

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