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Conflictos familiares en papel couché

Comedia, EEUU, 2011, 95 min. Dirección: Douglas McGrath. Guión: Aline Brosh McKenna (basado en la novela de Allison Pearson). Fotografía: Stuart Dryburgh. Música: Rachel Portman. Intérpretes: Sarah Jessica Parker, Pierce Brosnan, Greg Kinnear, Christina Hendricks, Kelsey Grammer, Seth Meyers. Cines: Cinema 2000.

Un viejo chiste inglés decía que en un colegio para niñas ricas la profesora, para concienciar a sus alumnas, puso un ejercicio de redacción sobre la vida de una familia pobre; esforzándose por imaginársela una de las niñas escribió: "Era una familia pobre; el papá era pobre; la mamá era pobre; los niños eran pobres; el ama de llaves era pobre; el mayordomo era pobre; las criadas eran pobres; el chófer era pobre; el jardinero era pobre...".

Algo parecido pasa con esta comedia que pretende hacer un retrato amable de dos cuestiones ásperas: el paro y la conciliación entre vida laboral y vida familiar. En los años 30 se le hubiera llamado alta comedia o comedia de teléfonos blancos y se habría recreado con glamour decó una atmósfera creíble de puro irreal. En los tiempos que corren, e intentando dar a la cosa el aire de naturalismo cotidiano que el momento cinematográfico exige, la propuesta no acaba de funcionar.

Ella (Sarah Jessica Parker) trabaja en una empresa financiera, él (Greg Kinnear) es un arquitecto. El conflicto familiar no surge por agravamiento de la tensión entre trabajo y familia falta de trabajo, sino porque ella asciende y él encuentra un trabajo que además resulta ser el sueño de vida. El conflicto sentimental entre ambos surge porque ella se siente atraída por un atractivo alto ejecutivo (al que da vida Pierce Brosnan). Y los escenarios son pisos acogedores, gimnasios, salones de belleza y despachos elegantes.

Como Douglas McGrath no es tonto -y así lo demuestran sus adaptaciones de los clásicos Emma y Nicholas Nickleby o su recreación de la gestación de A sangre fría en Historia de un crimen- el artificio entretiene sin convencer.

Se agradecen algunos guiños originales -personajes que se dirigen directamente a los espectadores, grafismos- pero quedan más en estilismo que en recursos expresivos.

Sarah Jessica Parker hace de ella misma, como si la intérprete de Sexo en Nueva York hubiera sido condenada a lujosos trabajos forzados maternales y profesionales, y el resto del reparto simplemente cumple. El final con nieve, nacimiento y fiesta infantil es una monada.

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