"Adormecido va en nuestra alma el niño que fuimos. Rara vez despierta, y siempre es en las trágicas o en las felices crisis. Es cuando el dolor nos halla demasiado indefensos y cuando sentimos que la alegría se hace sol fecundo en nuestro interior jardín...". Con estas palabras abría José Francés su crónica sobre la fiesta de Reyes, enero de un lejano 1923, en la que Federico García Lorca, Manuel de Falla y Hermenegildo Lanz estrenaron la Función de Títeres de Cachiporra (Cristobica) en la casa familiar de los García Lorca. Algo ha llovido desde entonces, pero en Valderrubio, en la Casa-Museo del poeta, varios alumnos del Instituto Albaicín revivieron ayer de nuevo la magia del guiñol para el Taller de Arte del Archivo Manuel de Falla. Y consiguieronque saliera el sol.

La obra elegida: el entremés cervantino Los habladores, con música de La historia del soldado de Stravinsky. El acto se enmarcó en el ciclo Rinconcillo de Cristobica, festival que entra ya en su séptima edición, y pudo verse entre el público al italiano Bruno Leone, al británico Rod Burnett o al brasileño Eder de Paiva, grandes artistas del títere de guante, disfrutando del espectáculo creado por los más jóvenes.