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Un Daniel Barenboim de lujo

  • El Festival de Música y Danza acoge el primero de los dos últimos conciertos que el director ofrecerá en el certamen, ya que no acudirá a Granada el próximo año por otros compromisos musicales en Inglaterra

Daniel Barenboim regresó ayer a Granada para ofrecer un nuevo fin de semana memorable, aunque será el último. Ayer anunció el maestro que no estará al frente de la Staatskapelle Berlin el próximo año, debido a otros compromisos musicales que tiene. Sonó a fin de ciclo mientras Barenboim expresó su deseo de volver en un futuro próximo como director o como pianista. Y el público anoche también le expresó su deseo de verlo pronto sobre el escenario del Palacio de Carlos V.

El majestuoso concierto de anoche estuvo ensombrecido en cierto modo en la mente de algunos espectadores por el triste recuerdo del pasado lunes, cuando un asistente al concierto de la Schleswig-Holstein Festival Orchestra sufrió en plena actuación un desvanecimiento que resultó ser un infarto mortal pocas horas después. Al margen de esos comentarios, la de anoche volvió a ser otra de esas noches mágicas que sólo Barenboim y la Staatskapelle saben obrar en el ojo de buey del Carlos V. Y con un programa tan atractivo como poco conocido.

Anoche era el turno de Bruckner, a quien Barenboim ha venido reivindicando desde su primera llegada a Granada hace algunos años. El maestro quiso recobrar dos de sus obras menos interpretadas, la Sinfonía número 1 en Do menor y la Sinfonía número 2 en Do menor, obras que fueron cruciales en la carrera del compositor, ya que en el transcurso de la escritura de la primera llegaría a conocer personalmente a Richard Wagner, a quien consideraría a lo largo de su vida como su "amado maestro". Y aires wagnerianos suenan en la obra, que comienzan con pasajes llenos de alegría y entusiasmo. Bruckner, hombre apocado y tímido, se dejó llevar en muchas ocasiones por la opinión de músicos y directores de su época, que continuamente le sugerían modificaciones de pasajes o revisiones. De su primera sinfonía llegó a hacer cuatro versiones distintas.

La Staatskapelle Berlin sonó rotunda bajo la dirección precisa de Daniel Barenboim, que ya se siente en Granada como en su propia casa y que conoce la acústica del Palacio de Carlos V a la perfección.

El director supo extraer de la formación musical lo mejor de sí misma, imprimiento un enorme brío a las partituras brucknerianas, que siempre se han caracterizado por una gran densidad sonora y temática.

Sin embargo, Barenboim sabe extraerle a cada línea del pentagrama el jugo que Anton Bruckner supo derramar por sus partituras y que, en muchas ocasiones, no es bien comprendido por muchos directores, que se pierden en el inmenso bosque creado por el compositor austriaco.

No es el caso de Daniel Barenboim. El director sabe entender el fondo de cada nota escrita, ponerla en su justo plano y hacer que la orquesta entienda la obra con él, que la piensa de la misma forma en que la piensa el conductor.

Al igual que hizo con la Primera, Barenboim tomó la Sinfonía número 2 y volvió a mostrarle al público toda la belleza exultante que derrama la obra. Barenboim supo realzar las cuerdas de una manera absolutamente notable, mientras la Staatskapelle demostró por qué está considerada una de las mejores orquestas que existen en el mundo.

Gracias al director argentino, el público ha podido acercarse en estos últimos años al complejo mundo de Anton Bruckner de la mano de uno de los músicos que mejor lo conocen e interpretan, que mejor lo difunden y que mejor lo entienden. Una vez más, el público quedó fascinado con la figura del director, que se había convertido prácticamente en un elemento más del paisaje del Festival Internacional de Música y Danza y que, cuando concluya finalmente esta noche su presencia con la segunda de sus actuaciones en Granada, comenzará a ser echado de menos por un público ávido de grandes directores.

Noche mágica en el Carlos V, noche de hermosa y desconocida música, noche de buenos momentos. Una vez más, se pudo disfrutar de la pasión que Barenboim pone en cada una de las cosas que hace.

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