Dymé Arozena, cantante y compositora

Daymé Arozena: “Cuando yo empecé me decían que estaba loca”

  • La prestigiosa ganadora del premio Juno al Mejor Álbum de Jazz actúa este jueves en el Parque del Majuelo

Daymé Arozena: “Cuando yo empecé me decían que estaba loca”

Daymé Arozena: “Cuando yo empecé me decían que estaba loca”

Su excepcional voz y la extraordinaria capacidad para generar una bella alquimia de jazz, R&B y música afrocubana, impregnada de un sonido único, legitiman a Daymé Arocena como una de las más emocionantes jóvenes artistas de la escena musical contemporánea de Cuba. Cantante, compositora y directora de coro, la cantante se inició en la música a muy temprana edad, y tras completar su formación académica clásica, consciente de la escasa presencia de mujeres en el jazz, crea Alami, una banda integrada solo por mujeres, con la que inicia una extensa gira de conciertos. En uno de ellos, la saxofonista canadiense Jane Bunnett la anima a sumarse a su proyecto titulado Maqueque. Fruto de esta colaboración fue un disco de igual nombre y el premio Juno como Mejor Álbum de Jazz.

François Renié, director de Habana Cultura, la invita a participar en un disco de cantantes cubanas con disc-jokey de todo el mundo. Al escucharla, el productor Gilles Peterson la selecciona para que tres de sus temas se incluyan en el disco, y tras ello es reclamada para actuar en Londres en el lanzamiento del álbum Havana Cultura Mix: The Soundclash.

En 2015 edita el álbum Nueva era, que fue reconocido por la National Public Radio de Estados Unidos (NPR) como uno de los mejores 50 discos del mundo. Desde entonces ha publicado impresionantes y originales grabaciones, incluido el disco Cubafonía, mencionado como uno de los mejores álbumes de 2017 por The Arts Desk, entre otros medios.

El último trabajo de Daymé es Sonocardiograma, que presentó en el Festival Jazz Plaza de La Habana con un rotundo aplauso de crítica y público, y con el que viene por primera vez al Festival Internacional de Jazz en la Costa este jueves día 21 en un idóneo entorno tropical.

-Hace diez años justos, en 2012, en un texto sobre su primer grupo, Alami, leía que eran “el futuro de la música de las mujeres cubanas”. ¡En su caso fue una profecía!

-(Carcajada) Alami sufrió mucho, y aún así hacíamos lo que podíamos, tocábamos pero ‘oficialmente’ sin poder cobrar. Fue mi primer amor y mi primera frustración. Cada una de mis muchachas compañeras estaban llenas de talento y lo han desarrollado, pero fuera de Cuba. Una saxofonista canadiense, Jane Bunnett, se interesó en el proyecto y obtuvimos una reputación internacional con el nombre de Maqueque, con Yusa, que es una de las mejores mujeres de la música cubana y Yissy García. Fuimos a grandes festivales como los de Newport y Monterrey.

-¿Siempre hay que esperar el rescate desde fuera? Me acuerdo en tiempos recientes de Nick Gold, de Ry Cooder, Manuel Domínguez… o en su caso Peterson o Jane Burnett ¿es imprescindible?

-Sí, es imprescindible para tener exposición en el extranjero, para poder salir, porque Cuba no tiene industria musical. El ‘boum’ musical cubano no murió por falta de artistas, sino porque Cuba dejó de tener una industria propia después del 59. La realidad es que puedes tener todo el talento del mundo pero necesitas la exhibición y el apoyo de fuera para poder ser visible. Yo lo tuve superclaro. En Cuba hay entidades estatales pero con un mecanismo obsoleto de control y represión. Para tocar incluso, no puedes tocar donde quieras, necesitas un permiso estatal, que a mí me negaron tres veces. Afortunadamente con la llegada de Internet se ha abierto una ventanita al exterior. Cuando yo empecé el sueño era que llegara un extranjero que de casualidad te viera, que de casualidad fuera de la industria, que de casualidad le gustaras y que de casualidad tuviera las ganas de enfrentarse con la burocracia para sacarte fuera. Muchas casualidades (risas).

-En Cuba hay una propuesta sonora riquísima en ofertas, pero no muy frecuentada por mujeres cantantes de Jazz, me acuerdo aquí del brillantísimo trabajo de Marta Valdés con Chano Domínguez, los de Mayra Caridad con sus hermano Chucho, e incluso ocasionalmente alguna rapera como Telmay o cantautoras como Yusa… Pero en general parecía patrimonio vocal masculino, de titanes como Óscar Valdés y otros ¿no?

-Hay una nueva generación, hablaba de eso con Paquito D’Rivera el otro día que decía ‘en mi época las cantantes eras solo cantantes, se les escribían los arreglos, se le escogía el repertorio’, pero las nuevas generaciones componen, arreglan, tocan y cantan, y tiene como ejemplo a Marta Valdés, no te quepa la menor duda. Marta es la cantautora que mas desarrolló un estilo armónico en el Filin, que tiene un contacto directo con el Jazz, pero sí era un caso muy raro, excepcional. Ni remotamente había tantas mujeres en comparación con los hombres. Cuando yo empecé me sentía bastante sola, me decían que estaba loca, hasta mis padres se preocuparon (risas), pero yo soy muy optimista.

"Cuando volví a un escenario por primera vez en dos años, tuve que parar en el primer tema para llorar"

-Aquí tenemos un refrán que dice que “nadie es profeta en su tierra”, en referencia a que en el país de uno es donde menos se le reconocen sus triunfos, y es algo a los que se refieren de usted, que es más valorada fuera que dentro de Cuba… ¿Es ya también ‘profeta en casa’?

-No porque salga en los medios o porque el púbico general conozca mis canciones, si soy profeta es porque a personas que tiene los mismos sueños y aspiraciones que yo han encontrado en mi un referente, y les sirve para soñar. Creo que es mi logro más grande dentro de Cuba. Estoy en paz con eso, porque las cosas caminan a su propia velocidad, es una carrera de resistencia.

-¿Cómo está siendo su gira 2022, ya sin ‘nasobucos’ (mascarillas) ni aforos reducidos?

-Todavía está difícil y limitado, hasta para conseguir los visados aquí (Puerto Rico en el momento de la entrevista), casi paralizado. Por aquí las cosas se están reactivando pero muy despacio. También te puedo decir que cuando volví a un escenario por primera vez en dos años, tuve que parar en el primer tema para llorar. Tenía un vacío brutal. Yo cogí el virus dos veces, afortunadamente forma muy leve, pero el que me estaba matando era el no poder cantar ni bailar, ese era el virus que me estaba destruyendo.

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