Festival internacional de música y danza de granada

Delicatessen de flamenco

  • El cantaor onubense Arcángel y el grupo de música antigua Accademia del Piacere fusionan en el Carlos V el cante jondo con el barroco en el estreno del espectáculo 'Las idas y las vueltas'

Mucha expectación anoche en el Carlos V por asistir al atípico concierto que ofrecía el Festival, el estreno absoluto de Las idas y las vueltas. Músicas mestizas del Barroco colonial con el flamenco, en el que el cantaor Arcángel y el grupo de música antigua Accademia del Piacere fusionan el cante jondo con un barroco ya coloreado por la cadencias de la América y el África españoles. Como no podía ser menos, público bastante variado, algún flamenquito con melena junto a señoras del festival de toda la vida, parejas maduras y, sobre todo, una media de edad que ha hecho de este el concierto de público más joven de todo el festival. Poco ambiente flamenco aunque sí estaba alguna figura como Marina Heredia. Hay que agradecer la sinceridad y la entrega de los artistas a una tarea que no era fácil, y de la que salieron más que bien librados. Se les notaba a gusto juntos, bien ligados, porque el de ayer no fue un concierto con dos músicas distintas acompañándose, sino mezclándose, fundidas en una sola música. Hubo anoche muchas miradas de complicidad entre el cantaor y los instrumentistas, porque como confesó el director de la Accademia, Fahmi Alqhai, por la mañana en rueda de prensa, "esto lo hemos ensayado como un grupo de rock, mirándonos a los ojos. Y hemos sacado lo más auténtico de nosotros". Y añadió Arcángel: "Porque es un espectáculo pensado en nuestro placer, sin olvidar al público pero haciendo lo que sentimos". Y emoción no faltó en la sesión de anoche con la voz del cantaor alternándose o superponiéndose a la de la soprano barroca Maribí Blanco, aunque es cierto que los temas, los jaleos y el sonido fueron casi completamente flamencos. Emotiva también la dedicatoria de Arcángel que quiso recordar con una milonga a Enrique Morente.

También de agradecer la filosofía del espectáculo, considerar la música como depositaria de la cultura, de eso que va quedando cuando los grandes imperios y los países que fueron han desaparecido, ese depósito en el que se acumula la memoria mestiza de los pueblos, de las épocas que nunca volverán, que pasaron pero aún están presentes. Había algo de histórico en el concierto de anoche, y no sólo por lo inusual que resulta ver el cante jondo mezclado con violas da gamba y guitarras barrocas, y viceversa, escuchar danzas antiguas como la jácara o el canario entonadas con ayres flamencos. También por la naturalidad con que, pasada cierta sorpresa inicial, se integraban estas dos músicas de apariencia tan diferente, y daba la impresión de que aquello te sonaba de antiguo. Con todo, y sin quitar ni un ápice de mérito al espectáculo de anoche, para quien esto escribe, el tono general del concierto fue mucho más de flamenco, y en algún momento incluso de tango, que de música barroca. A pesar de esto, el esfuerzo de flamencos y barrocos por mezclarse se notó en todo el concierto.

Ya habían explicado por la mañana el cantaor y el director del conjunto musical el complejo proceso de creación del espectáculo, y que habían "encontrado la raíz común del flamenco y el barroco muy honda, a trescientos metros bajo tierra", como dijo Alqhai. Y es verdad que algo muy profundo, casi telúrico, sonó en la noche más experimental de este 60 Festival. La reacción del público certificó un triunfo indiscutible.

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