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Ejercicio de rehabilitación

XXXII Festival Internacional de Jazz de Granada. Jazz viene del Sur. Lugar: Teatro Alhambra. Fecha: viernes 11 de noviembre de 2011. Aforo: media entrada.

Con permiso del concierto programado la víspera en Guadix a cargo de Antonio Hart con la Granada Big Band, se abría la actual edición de nuestro Festival de Jazz con otro fuera de abono que visto lo visto no hubiera desmerecido en absoluto en la sede principal del Teatro Isabel la Católica. Encuadrado dentro del ciclo Jazz viene del Sur que produce la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, en este caso con la colaboración del Instituto Andaluz del Flamenco, y bajo el título de Alborada: homenaje a Ramón Montoya y Fernando Vilches, el saxofonista David Liebman y el guitarrista flamenco Dani de Morón, con el batería Guillermo McGill y el excelso bajista Manuel Posadas 'Popo' (injustamente relegado en el cartel), nos ofrecieron un magnífico concierto que vino a demostrar al menos un par de obviedades. La primera, que la fusión del flamenco y el jazz tiene más precedentes de los normalmente admitidos, y la segunda, que, para quitarnos la razón a los que usualmente nos mostramos reticentes con los experimentos y nos provocan cierta alergia las fusiones forzadas que tanto abundan entre ambos géneros, cuando se hacen con fundamento y sabiduría, los resultados pueden llegar a ser irreprochables y de una espectacularidad abrumadora. Así sucedió la noche del viernes en un concierto que mereció mejor respuesta por parte del público. Seguramente el hecho de venderse al margen del abono influyó en la escasa afluencia. Con un repertorio basado en los experimentos grabados en fecha tan temprana como 1925 por el maestro de la guitarra flamenca Ramón Montoya junto al saxofonista Fernando Vilches, y con la inestimable labor de recuperación casi arqueológica de Guillermo McGill, la actuación fluctuó armoniosamente entre el jazz moderno, arriesgado y de aires coltranenianos que representa Liebman y la exuberancia flamenca de las cuerdas, tanto las del habilidoso Dani de Morón como las del virtuoso Popo, que alternó el bajo eléctrico de seis cuerdas con otro acústico de cinco. Como argamasa de todo ello el trabajo sutil a la percusión de Guillermo McGill, que además adaptó la mayor parte de los temas rescatados a la sonoridad moderna, donde el ritmo alcanza mayor protagonismo que en la época en que se grabaron, cuando toda la presencia recaía en el componente melódico. Así se fueron sucediendo los palos que grabó Montoya, comenzando por Alborada, con temas escogidos para la ocasión: Fuego en la piel de McGill, Lonely woman de Ornette Coleman, donde se lució Liebman con la tin whistle, Moors del propio Liebman o Los sueños y el tiempo, a compás de siguiriya, también de McGill, con la que cerraron la actuación. Entre medias hubo exquisiteces con forma de rondeña, malagueña, soleá, media granaína y bulerías por soleá, todas de genuino aroma flamenco, en los que Liebman alternaba el tenor y el soprano, e incluso un par de palos de ida y vuelta, con una hermosísima milonga y una dulce colombiana. Con el público entregado, el cuarteto regaló un bis que parecía escrito para la ocasión. Nada más y nada menos que una furibunda y enérgica versión de Olé, el tema que Coltrane grabara en 1961 con una de sus formaciones de lujo (Dolphy, Tyner, Jones, Hubbard...) que recreaba la melodía tradicional española El vito, y que se convirtió en el broche de oro a una magnífica noche de música.

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