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Elegancia y clasicismo

Festival Internacional de Jazz de Granada. Fecha: sábado 7 de noviembre. Lugar: Teatro Isabel la Católica. Aforo: 400 personas

Algunos -pocos- asientos vacíos en el concierto inaugural de la trigésima edición del Festival de Jazz de Granada. Un hecho poco común en los últimos años. Considerando el cartel, un nombre de garantías que formó parte de uno de los más longevos tríos del genio Bill Evans, como es Eddie Gómez, habrá que echarle la culpa a la crisis para explicar algunas ausencias. Continuador del estilo cálido e insinuante de su maestro, el puertorriqueño de origen se presentó en formato trío junto al sobrio pianista Stefan Karlsson y al veterano batería Billy Hart, uno de los primeros participantes que tuvo el certamen en los primeros años 80, que sorprendió al personal por la potencia con que golpeó los parches. Su pegada fue tan contundente que los técnicos apenas tuvieron que abrirle el volumen desde la mesa. Mucho más contenidos estuvieron el sueco Karlsson con las teclas y el propio Gómez, fino estilista al contrabajo. Muy comunicativo y agradecido con el público en su primera visita a la ciudad, planteó un concierto de corte clásico y elegante, cuyo repertorio alternó temas tomados fundamentalmente de tres fuentes: algún infalible estándar de cuando los compositores dotaban de material a los teatros de Broadway desde los pisos altos de un famoso edificio neoyorquino, un par de versiones de los pianistas más distinguidos de los 60, y algunas composiciones propias incluidas en el último trabajo de estudio del trío, Palermo (Jazz eyes, 2007), grabado en Sicilia. Así comenzaron con el clásico On Green Dolphin Street y a partir de ahí fueron alternando otros inmortales de procedencia cinematográfica (Stella by starlight) con dos partituras escritas por Karlsson, como Smilin' eyes y Trikings. Tras ellas llegó el turno de recuperar su pasado, primero con la exquisita Blues for Gwen de McCoy Tyner, con el que en su día tocaron tanto Gómez como Hart, y después con We will meet again del ineludible Bill Evans. Con el público ya metido en el concierto, llegó uno de los momentos más vibrantes de la noche con la interpretación de Love letter (to my father), un viejo tema del contrabajista dedicado a la memoria de su padre, cuya introducción con el arco sobrecogió a la concurrencia por su belleza y originalidad. Para el final quedaron Palermo, el tema que da título al último álbum del grupo, y finalmente el bis con My foolish heart, el clásico también incluido en este disco, que sirvió de cierre a la velada. Aprovechó Eddie Gómez para agradecer la invitación a técnicos y organizadores, al tiempo que anunciaba al público un hecho feliz que muchos asistentes aún no sabían pues se había producido la madrugada anterior, mientras los músicos viajaban con destino a Granada: El Grammy al mejor álbum.

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