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Embrujo andalusí

Dónde: Parque de las Flores. Salobreña Aforo: 500 personas

Con la música exuberante de Dorantes, que presentó en primicia a nivel nacional su más reciente espectáculo, 4 Leguas, con un repertorio completamente diferente al que ofreció hace apenas un mes en el Palacio de Carlos V dentro del programa del Festival de Música y Danza de Granada, se despidió a lo grande, en el privilegiado marco del Paseo de las Flores de Salobreña, la vigésimo segunda edición del Festival Tendencias.

Hubo consenso acerca de lo acertado de la propuesta, pues la música sugerente del lebrijano, parecía expresamente compuesta para enaltecer la belleza rotunda del privilegiado enclave, puro embrujo mediterráneo al pie del castillo.

Con un pequeño retraso que en general se agradeció, en parte por disfrutar de las vistas antes de sentarse a hacerlo del concierto, y en parte, todo sea dicho, para recuperar el resuello después de ascender las escarpadas cuestas del pueblo hasta la cumbre del cerro, comenzó Dorantes solo al piano con Frente al Espejo, en la que ya se vislumbró la amplitud de su registro, entre el susurro y el toque torrencial. Metiéndose en sus mismas entrañas para ensordecer la vibración de las cuerdas arrancó los primeros aplausos. Y a continuación tomaron posiciones Francis Posé con el contrabajo y Javier Ruibal (sí, el hijo del cantautor portuense) a la batería.

En formato trío interpretaron Sin muros ni candados, tema con el que posiblemente ofrecieron la parte más jazzística de su actuación a pesar de estar construida sobre un ritmo de bulería.

Tras él, se incorporaron Redouane Kourrich y Faikal Kourrich para aportar aromas andalusíes a la interpretación que hizo la cantaora Esperanza Fernández de Di Di Ana, que acabó fundiéndose con La Magia. Lo mismo ocurrió con Caminante y Errante, los tangos dedicados a los gitanos de Sevilla, enriquecidos con la melodía del violín de Faikal y las sugerentes voces del trío de coristas.

Después llegó el turno para 4 leguas, en las que la voz telúrica de Redouane contrastó con la de Esperanza, que se fue por tientos hasta que se le unieron las tres palmeras. Tras unos pasajes algo contemplativos, el grupo se preparó para un clímax que se intuía cercano, y entre sones flamencos y aires andalusíes sonaron los primeros acordes de Orobroy, la composición más célebre de Dorantes y un prodigio melódico que encierra en su interior toda la riqueza musical de Andalucía y el dramatismo del flamenco. Fue lo más aplaudido por el público, junto a Caravana de los Zincalí, otra de las cumbres del autor, pero lo mejor estaba aún por llegar con Gelem Gelem. No solo sirvió para el lucimiento de Esperanza Fernández sino que supuso la revelación del secreto que todos esperaban.

Durante los días previos se venía especulando acerca de una bailaora invitada cuyo nombre no había trascendido todavía, de modo que cuando el respetable vio aparecer, envuelta en su mantón, a Tatiana Garrido, dedicó una cerrada ovación que la granadina agradeció con una sensacional actuación que sirvió de colofón a una noche llena de embrujo. Con la concurrencia puesta en pie el grupo volvió al escenario para regalar un bis con Semblanzas de un río, que sirvió también para que las tres jóvenes coristas mostraran su talento al cante.

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