Novedad editorial

España al borde de una guerra civil

  • Seix Barral recupera la novela con que Eduardo Mendoza ganó el premio Planeta hace diez años, ‘Riña de gatos. Madrid 1936’, una brillantísima comedia de enredo

España al borde  de una guerra civil

España al borde de una guerra civil

El enunciado que encabeza estas líneas no es un titular de prensa, a dios gracias, sino el título de una reseña, pero no descarto que al lector no le haya llamado la atención en sí mismo, pues la Guerra Civil sigue muy presente en el debate hodierno, ora para preservar el recuerdo, ora para amenazar con el Eterno Retorno. Algunos saben (o sabemos) lo necesario que es mantener vivo el fuego de la Historia; otros, en cambio, prefieren fuegos poco o nada metafóricos. Y toca posicionarse. Por suerte, la situación actual no es la de hace ochenta o noventa años, pero hay que mantenerse alerta: el coronavirus del fascismo sigue alimentando la crispación a fin de crear las condiciones ambientales idóneas para una mejor propagación.

No diré que las fuerzas progresistas lo hayan hecho todo bien en esta época tan extraña que nos ha tocado vivir, pero las cosas habrían ido mucho mejor sin el obstruccionismo constante (y los dos huevos duros) de las fuerzas conservadoras y ultraconservadoras. Que no les engañen: las recientes medidas aprobadas por el gobierno actual como la del ingreso mínimo vital, tachadas prontamente de “bolcheviques” por la oposición, son consecuencia de un socialismo nada revolucionario. “Decente” sería el adjetivo correcto.

Hay que mantenerse alerta porque el coronavirus del fascismo sigue alimentando la crispación

El título de la reseña me ha permitido hacer este breve excurso y esbozar el marco histórico en el que se desarrolla Riña de gatos. Madrid 1936, la novela que Eduardo Mendoza presentó al Premio Planeta hace diez años, recuperada por su sello editorial de toda la vida, Seix Barral. Riña de gatos. Madrid 1936 es una brillantísima comedia de enredo ambientada en los meses previos al golpe de estado militar, que ofrece un pertienente retrato oblicuo de aquel entonces y de hoy mismo.

El punto de partida es audaz: Mendoza coloca en el centro de la acción a un extranjero, Anthony Whitelands, un especialista en la pintura española del Siglo de Oro, que ama la de Velázquez por encima de todas las cosas. En tanto testigo desinteresado de los hechos, Whitelands podría observar a unos y otros con igual rigor e imparcialidad, pero estamos en el ámbito de la ficción, y la ficción debe ser rigurosa, no imparcial. Siempre se escribe para algo o contra algo. Riña de gatos. Madrid 1936 ilustra cómo pueden írsenos de las manos los empeños más encomiables.

Whitelands recibe el encargo de trasladarse a Madrid para autentificar cierto lienzo, que quizás sea obra del mismísimo Velázquez. Si el cuadro fuera del sevillano, valdría una fortuna. Ahora bien, el propietario del cuadro, duque para más señas, es devoto falangista y amigo personal de José Antonio Primo de Rivera. ¿En que invertiría el dinero de la venta? ¿En sacar de España a su familia o en apoyar las tentaciones golpistas de la Falange? Whitelands se debate entre el deber y el deseo. El hallazgo de un Velázquez desconocido culminaría una existencia consagrada al estudio; pero si el lienzo ha de servir para precipitar un conflicto armado, la cosa cambia.

El pobre protagonista recibe palos a diestro y siniestro, de diestra y siniestra: la embajada británica lo insta a volverse a casita lo antes posible, el gobierno de la República quiere servirse de él para desenmascarar a los golpistas, la Falange quiere que se quite de en medio y la Unión Soviética quiere quitarlo de en medio y, a tal fin, envía a un peligrosísimo agente secreto con la orden de ejecutarlo. Entre medias, al protagonista le sobra tiempo para enamorarse de la mujer equivocada.

Mendoza acierta al recrear el ambiente de la época y en el retrato de varios personajes históricos, de Manuel Azaña al general Franco, concediendo un inesperado protagonismo a José Antonio Primo de Rivera. Mendoza evita la caricatura porque, en teoría, ciertos personajes se bastan para desacreditarse ellos solos. En teoría, he dicho. En teoría, repito. El ascenso de la extrema derecha en ámbito europeo me lleva a temer que el ciudadano no capte determinadas sutilezas literarias.

'Riña de gatos' 'Riña de gatos'

'Riña de gatos' / R. G. (Granada)

Mientras leía Riña de gatos. Madrid 1936 el Primo de Rivera de la ficción me hacía pensar en el Santiago Abascal de nuestra realidad. (Este último, creo, se sentiría más halagado que ofendido con la comparación). Ambos tienen una idea hipertrofiada de la patria. Ambos venden un humo igualmente espeso. Ambos comparten una retórica rancia con muchas palabras grandilocuentes y pocas grandes ideas. (Santiago Abascal, ahora, se sentiría más ofendido que halagado). El discurso ultraconservador de ayer y hoy permanece inalterado en lo esencial. Frente a un proyecto de sociedad plural, abierta e integradora -el único proyecto con futuro en un planeta que se está haciendo pequeño a ojos vistas-, los paladines de la extrema derecha abogan por una sociedad monolítica, cerrada y excluyente. La novela del mañana ha de tratarlos como se merecen.

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