Actual

"España está en las puertas de su siglo XVII"

  • José Enrique Ruiz-Domenèc, especialista en la Edad Media, inaugurará hoy la Feria del Libro con un pregón donde habla de historia y literatura

José Enrique Ruiz-Domenèc volverá a su tierra para pronunciar hoy el pregón que pone en marcha esta Feria del Libro. "Este viejo profesor medio exiliado en contra de su voluntad" en tierras barcelonesas afrontará un reto que trae a su memoria "la nostalgia de la infancia". Si no llueve y se celebra como estaba previsto en el Paseo del Salón, el historiador tratará de Iluminar el pasado entre la historia y la literatura en el que fue su antiguo "patio de juegos".

-Hoy hablará de historia. El mundo ha sido testigo los últimos días de una boda real, la beatificación de un papa y la muerte del enemigo número uno de Occidente. ¿No parece esto más bien la Edad Media?

-No tiene mucho que ver con la Edad Media pero sí con un hecho que es importante retener. Los grandes cambios en la historia se producen siempre en la década que comienza con diez (1910, 1810, 1710, 1510...) y es evidente que 2010 no podía ser una excepción. Lo que estamos viendo no es nada más que la punta de un iceberg: un gran cambio que se va a producir en todo el mundo, y lo que comienza a percibirse son sólo cuestiones concretas de ese cambio.

-¿Como cuáles?

-Efectivamente la monarquía británica ha casado al futuro rey porque, eso sí, va a ocurrir como en la Edad Media y habrá un salto generacional en la realeza. Al príncipe Carlos probablemente le pasará como al Príncipe Negro en el siglo XIV, que nunca reinó. Por otro lado, los cambios que se están produciendo en el ambiente social y económico en el mundo musulmán desde Marruecos a Indonesia son visibles. Ben Laden era un personaje que le sobraba a todos, especialmente a nuestros amigos los musulmanes... El otro día precisamente estuve comiendo con una buena amiga tunecina que dirige teatro en Túnez y me decía que las máximas víctimas de estos personajes del integrismo islámico son los propios musulmanes. Son personajes que sobran en la historia porque la historia va por otros caminos. Va más por el diálogo, más por las relaciones interculturales, más por la comprensión.

-Habla de cambios, pero abrir un periódico hoy supone encontrarse con más pobreza, torturas al enemigo, piratas que chantajean a un gobierno... De alguna forma, ¿se repite la historia?

-Se repite para cambiar, eso es cierto, porque los parámetros del pasado nos acompañarán durante algún tiempo y las lacras del pasado también: está la polarización social -los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres-, las tensiones étnicas, las escisiones religiosas... Eso no es sostenible, no es asumible ni aceptable, y son retos que hay que afrontar.

-¿Qué puede hacer el historiador ante estos retos?

-Lo único que puede hacer es orientar a través de la imaginación literaria, como ha sucedido en otras ocasiones en procesos muy similares donde se ha planteado positiva o negativamente en función de las personas que deciden en el mundo. Puede ejemplificarse con este 2010 como pasó en 1610, en cuya década se alumbró nada menos que la segunda parte del Quijote, que es una reflexión de una situación, salvando las distancias, similar a la que estamos viviendo, un tiempo de gran convulsión. En su momento no se interpretó bien, no se ejecutó bien, y generó una época realmente oscura de la historia europea y de la historia mundial. Yo confío en que haya más luces ahora.

-En 'Europa. Las claves de su historia' decía que la historia europea no es una cadena de acontecimientos sino una serie de problemas. ¿Se han resuelto ya?

-Tenemos problemas claros de integración. Europa nació de un proceso de creación muy creativo y muy dinámico. Cuando en la descomposición del aparato estatal y administrativo del imperio romano llegaron grandes oleadas de pueblos emigrantes -que la historiografía del siglo XIX llamó invasiones, aunque ya sabemos que no fue así-, fue una emigración parecida a la que estamos viviendo ahora cuando 200.000 o 300.000 personas cercanas a nosotros que forman parte de otra cultura o religión se quieren integrar. Ése es el reto a asumir.

-¿Os tienen en cuenta los políticos?

-Los políticos tienen un problema grave y es que no leen lo que deben leer. Tienen unos malos asesores de lectura como tienen asesores de todo, qué corbata llevar, qué camisa ponerse, qué zapatos... todo eso me parece muy bien porque vivimos en el mundo de la imagen. Sin embargo, debemos ir hacia una sociedad mucho más compleja de contenidos, no sólo de formas, de iconos o de imágenes. Los políticos tienen que aprender, en silencio, que el mundo de las humanidades, de la historia, de la literatura y del arte, ha cambiado muchísimo y que la revolución que se ha producido en los últimos veinte años tienen que asumirla y tienen que leerla. No sólo a autores de hace 50 o 60 años porque ellos no estaban sintonizados con los problemas actuales. Hoy, por fortuna, hay una generación de grandes autores en ese campo pero que curiosamente no son los que los asesores aconsejan a los políticos. No sólo hablo de políticos españoles, que son bastante iletrados la mayoría, sino que en general en toda Europa se vive de una reserva cultural del pasado, de la época en la que estudiaron, mientras que se tendrían que actualizar los conocimientos, las formas... No es adecuado que uno le pida diez autores importantes a un político y siempre salgan los mismos.

-Grandes hechos de la historia nos han llegado distorsionados...

-Hay episodios de la historia española que necesitan todavía una vuelta de tuerca para quitarle la caspa de una interpretación sesgada. En Francia hubo un proyecto muy bonito que ojalá aquí algún editor o institución pública lo determinara como un elemento positivo. A Francia se le ocurrió revisar y reconsiderar todos los grandes episodios de su historia. Si España lo hiciera descubriríamos cosas admirables.

-Ahora que la novela histórica ha ganado tantos adeptos, ¿qué debe diferenciar a un texto literario de uno histórico?

-Yo soy muy partidario de la novela histórica. Tengo grandes amigos como Umberto Eco o Ildefonso Falcones que han vendido miles de ejemplares y estoy muy contento de sus éxitos y de que el público acceda al conocimiento del pasado a través de la novela. Ahora bien, la historia tiene otras preocupaciones; la narrativa del historiador es una narrativa también de base literaria construida sobre imágenes y la lectura de grandes autores de todos los tiempos pero que va configurando una interpretación del pasado conforme a un rigor que aparece en las fuentes. La diferencia es el rigor y, sobre todo, que el historiador no inventa sino que se detiene justo en aquello que no puede documentar. De lo contrario se caería en el descrédito, nuestro peor pecado.

-¿Cuál es la encrucijada particular de España en la actualidad?

-España está en las puertas de su siglo XVII y eso es lo que tiene que evitar. La historia no es un destino trazado ni es una fatalidad pero tiene que conseguir salir de la tendencia a entrar en el siglo XVII: en una burocracia que domine el mundo creativo, en una sociedad perpleja y por lo tanto asustada, con predominio de las formas religiosas (que me da igual que la religión ahora sea el fútbol)... No, tiene que salir de ahí. Lo tiene difícil, todo hay que decirlo, pero también contamos con una generación de gente con mucho fuste y a la que hay que darle confianza para ejercer su trabajo y su acción. La encrucijada es difícil pero yo creo que España tiene una fuerza interior extraordinaria y saldrá endurecida de este momento tan difícil.

-¿Cuál es la alerta?

-Le diría a los políticos y a los dirigentes públicos y privados que hay que tener cuidado. España está en una situación delicada, es como un enfermo que tiene una gripe dura pero que puede terminar en una pulmonía y una cosa que se muere. Hay que evitarlo por todos los medios.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios