Espectáculo 'Carne y hueso' de Eva Yerbabuena | Crítica

Una Eva Yerbabuena para el consenso

  • Bastó con la justificación en carne y hueso de todo cuanto de amor profesamos por el flamenco, la música o la danza andaluzas, condensado en una mujer enjuta, sin más premisa que el baile desnudo que emana de los poros de su piel

Eva Yerbabuena durante su espectáculo en el Generalife.

Eva Yerbabuena durante su espectáculo en el Generalife. / Jesús jiménez / photographerssports

Noche sin luna sobre las tablas del Generalife, ultimísimo espectáculo de esta inusual temporada de flamenco en el recinto de los cipreses, brisa suave de las postreras noches de agosto y la justificación en carne y hueso de todo cuanto de amor profesamos por el flamenco, la música o la danza andaluzas, condensado en una mujer enjuta, ataviada de fascinación y encanto, poseída por un arrebato de bienaventuranza sin más premisa que el baile desnudo que emana de los poros de su piel y hunde las garras en los surcos de la tierra.

Si Platón dividió el mundo en dos, uno trivial, de aquí abajo, y otro ideal, de ahí arriba, La Yerbabuena aplicó esa dicotomía a las sombras del jueves y fraccionó el planeta entre quienes tuvieron la dicha de contemplar su colosal baile por soleá y quienes no. Y en segundo plano quedaron los jardines, los árboles y aquellos monumentos en los que la humanidad dibujara su fracaso civilizador, y atrás quedó cualquier enigma, cualquier dilema, cualquier preocupación. Eva Yerbabuena bailó y el mundo se detuvo.

Otra imagen de la bailaora en 'Carne y hueso'. Otra imagen de la bailaora en 'Carne y hueso'.

Otra imagen de la bailaora en 'Carne y hueso'. / Jesús jiménez / photographerssports

Nada importaba ya, ni la pandemia ni las luctuosas noticias que bombardean los hebdomadarios, cuando la de Armilla se paró a marcar despacito, en gestos de una delicadeza infinita, transida, con la mirada puesta en ese punto del horizonte donde solo se ha iluminado la llama de los ojos de las escogidas (Carmen Amaya, Pastora Imperio... Yerbabuena). La artista marcó con la ternura del que acaricia a un recién nacido, y catalizó su sentir a través de una negra bata de cola, negra como los cinco toritos de Benítez Carrasco, como la pena lorquiana, como un poema de Allan Poe, y movida al antojo de una bailaora soberbia que hizo contener el aliento a más de uno.

Los sones soleareros se habían dispuesto para la presentación del cuerpo de baile y desembocarían en la bulería Payaso popularizada por Bambino y ejecutada admirablemente por Alfredo Tejada para una exquisita pieza que interpretó (con mucha talla) Fernando Jiménez. Son estos aires los que revelan a los buenos bailaores en los intervalos de mayor laxitud, y así se dispuso a medirse con la noche estrellada la bailaora nazarí, exuberante de recursos, traspasada por una energía iluminadora que hipnotizaba. Eva Garrido baila al cante entendiendo cada palabra, cada metáfora, cada expresión, embelesando la voz entre sus tacones.

Los tres intérpretes le lanzan estilos mecidos con mucho gusto que despiertan los primeros olés a tiempo de la noche, para que la bailaora acune en su regazo cada una de las expresiones, mientras toda una filarmónica se resolvía entre los trastes de la guitarra de Paco Jarana. El sonido pulcro de los pies de la Yerbabuena fue toda una exhibición de buen gusto, musicalidad y maestría. Para el remate escogió dos cuplés Sin firmar un documento y Se nos rompió el amor, que consumó ataviada ahora con mantón en plena ostentación de su imperio sobre los elementos.

Tras la ovación, fue el turno de una atrayente composición musical made in Jarana en clave de Farruca que el mirífico cuerpo de baile bordó con una espectacular muestra de dominio técnico y potestad sobre la escena. El ritmo de tres por cuatro sonó en el ambiente para la modulación de los cantes abandolaos: rondeña para Miguel Ortega, cante de Juan Brevas para Antonio 'El Turry' y aires de Lucena para Alfredo Tejada. Dos firmes columnas en las percusiones (Coronel y Heredia) engordaron las intenciones de los distintos números. El remate en clave de fandangos del Albayzín a tres voces fue apoteósico.

Una de las estampas más festivas del montaje. Una de las estampas más festivas del montaje.

Una de las estampas más festivas del montaje. / Jesús jiménez / photographerssports

A Yerbabuena le acompañó un cuerpo de baile excepcional. A Yerbabuena le acompañó un cuerpo de baile excepcional.

A Yerbabuena le acompañó un cuerpo de baile excepcional. / Jesús jiménez / photographerssports

El espectáculo continuó con unas peteneras prologadas por las resonancias morentianas que brindó El Turry y donde la altura interpretativa de la Yerbabuena cobró mayor protagonismo. A esta pieza de interludio le prosiguieron los bailaores con una coreografía sobre las mimbres de La Caña como antesala del profuso baile por alegrías en que Eva se derramó literalmente en las tablas con detalles y juguetillos de gran sabor, un guiño a Juan de Loxa y los enormes sentidos que imprime a su baile de matices y deslumbrante lirismo. La ovación y las palabras de la artista pusieron broche final a un espectáculo que puso en pie a un público generoso de artistas y devotos de la bailaora que genera mayor consenso en la actualidad: Eva Yerbabuena.

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