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Freddie Mercury: una voz en la ópera

  • En 2011 se cumplen veinte años de la desaparición, víctima del sida, del cantante de Queen, uno de los creadores más originales, carismáticos, imaginativos y estrafalarios que ha dado la historia del rock.

Odiado y amado. Genial y hortera. Creativo y cavernario. Capaz de lo mejor y de lo peor. Así era Freddie Mercury, el cantante de Queen, una de las bandas más originales que han poblado la historia del rock y cuyo legado ya no es tan sólo de los que aman ese género musical, sino de los aficionados al fútbol, al baloncesto, al rugby o a la Fórmula 1, que corean, sin tan siquiera saber que pertenecen a esa banda, estribillos como We are the champions o We will rock you. Su música ha trascendido la historia y ya pertenece simplemente a la gente. En 2011 se cumplen los veinte años de su muerte, víctima del sida. Hoy ha quedado como el músico que llevó la ópera al mundo del rock.

Nacido en Zanzíbar, Tanzania, en 1946, en el seno de una familia parsi que practicaba como religión el zoroastrismo, Farrok Bulsara, como era su nombre real, pronto tuvo inclinación por la música. A los nueve años ya sabía tocar el piano y aprendió a cantar de forma autodidacta. Aunque pasó sus primeros años en la India, su familia terminaría trasladándose a Inglaterra, en donde Mercury estudiaría arte. Tras recalar por varias bandas, en 1970 conocería a Brian May, guitarrista, y Roger Taylor, batería. Pronto se unió a ellos John Deacon, bajista. Mercury, que siempre se declaró abiertamente bisexual, propuso que la nueva banda se llamase Queen ('Reina'), pese a la reticencia de los demás miembros de la banda. Él también diseñaría el logotipo del nuevo grupo.

Eran los tiempos del rock duro y la hegemonía de bandas como Led Zeppelin o Deep Purple. Queen partía de aquella fórmula, pero añadiendo detalles propios, como la peculiar voz de Mercury y los extraños sonidos de guitarra de Brian May. Tras buscar infructuosamente una compañía, consiguieron firmar su primer contrato discográfico y publicar su primer disco, Queen I, que poseía una pequeña joya, Keep yourself alive. Pero el grupo pasó sin pena ni gloria. En su segundo disco, Queen II, la banda comenzó a experimentar con el rock progresivo, extraños sonidos de guitarra y capas de voces que se convertirían en el sello del grupo.

Y a la tercera, fue la vencida: el disco Sheer heart attack ya ofrecía lo que sería el estilo de Queen en los siguientes años: una amalgama de canciones pop, canciones de época, temas de rock potente, muchos juegos de voces y un gusto exquisito. El tema Killer queen, les abrió las puertas del éxito, un éxito que se desbordaría con su siguiente trabajo: A night at the opera, título tomado de una película de los hermanos Marx y que ofrecía la que hoy está considerada la mejor canción de la historia, la balada Bohemian Rhapsody, un tema de seis minutos de duración que, a mitad de la interpretación, es interrumpido por un enorme coro de ópera grabado por los propios músicos. Para promocionarlo, Queen grabaron el primer videoclip de la historia.

Repetirían el éxito con discos como A day in the races y News of the world. El primero contenía el éxito gospel Somebody to love y el segundo los grandes himnos We will rock you y We are the champions.

El declive de Queen comenzaría en 1978 con Jazz y seguiría en 1980 con The game, pese a los grandes éxitos Don't stop me now, Crazy little thing called love o Another bites the dust. Durante los años ochenta, Queen se dejó influir por el pop de la época y fue perdiendo poco a poco el buen gusto mostrado en A night at the opera. Pese a todo, sus conciertos eran multitudinarios.

Freddie Mercury, que mantenía una relación homosexual con Jim Hutton, descubrió en 1986 que éste padecía el virus del sida y que él se había contagiado. Era el principio del fin. No obstante, siguió envuelto en proyectos, como la grabación de Barcelona con Montserrat Caballé, y los siguientes discos de Queen. Pero sus apariciones en público eran nulas. La enfermedad comenzó a hacer huella en su físico y el cantante fue consciente de que iba a morir. El 22 de noviembre de 1991, admitió en un comunicado que tenía sida. Y el 24 de noviembre, su voz se iba para siempre...

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