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Gallienne, la sorpresa del cine francés

La película Les garçons et Guillaume, à table!, ópera prima de Guillaume Gallienne, fue la gran triunfadora en la 39ª edición de los Premios César del cine francés al lograr los galardones al mejor largometraje, primer filme, montaje, adaptación y actor.

La gran favorita -diez nominaciones- no defraudó y su artífice -Gallienne- fue laureado además por su doble interpretación de un niño y de su madre, en una película parcialmente autobiográfica que ha vendido más de un millón de entradas en Francia.

La cinta, traducida en español como Guillaume y los chicos, a la mesa!, es una comedia ágil que indaga en la cuestión de la identidad, a través de un chico tan fascinado por su madre que no duda en disfrazarse de Sissi Emperatriz.

Sin embargo, en la categoría de mejor director, los cerca de 4.000 académicos con derecho a voto condecoraron a Roman Polanski, por La Vénus à la fourrure, con la que supone su octava estatuilla y cuarta como mejor cineasta. A sus 80 años, y tras firmar un inteligente relato con tintes sadomasoquistas que recorre la relación entre un director dramático y una actriz, Polanski aseguró en el escenario del Teatro Châtélet de París que no se esperaba el premio, que ya no los cuenta y que el galardón debería haber sido para sus intérpretes.

Se refería a Mathieu Amalric, de 48 años, y a su musa, Emmanuelle Seigner, de 47 años, que comparte dos hijos, cuatro películas y más de treinta años de vida en pareja con Polanski.

Otra de las cintas destacadas de la ceremonia, presentada por la actriz Cécile de France y presidida por el actor François Cluzet, fue 9 mois ferme, una comedia romántica entre una jueza y un delincuente dirigida por Albert Dupontel, que se llevó el aplauso al mejor guión y a la mejor actriz, Sandrine Kiberlain.

En el plano cinematográfico, la gran decepción de la noche en el país donde nacieron los hermanos Lumière la encarnó La vie d'Adèle, largometraje sobre la relación lésbica entre dos jóvenes que partía con ocho nominaciones.

La cinta de Abdellatif Kechiche, que ganó la Palma de Oro en el último Festival de Cannes, tuvo que conformarse con un solo César, a la mejor actriz revelación (Adèle Exarchopoulos). Pero en una ceremonia plomiza e inevitablemente eclipsada por el furor mediático de la gala de los Oscar, la más buscada por los fotógrafos fue Julie Gayet, nominada a mejor actriz secundaria por meterse en la piel de una seductora consejera diplomática en Quai d'Orsay, de Bertrand Tavernier. La mera presencia de la mujer a la que se le atribuye un romance con el presidente de Francia, François Hollande, prevaleció sobre el halo de estrellas como el cineasta Quentin Tarantino, que entregó el César de Honor a la actriz Scarlett Johansson, la "almodovariana" Rossy de Palma o la cantante del grupo de pop-rock Gossip Beth Ditto.

En su primera aparición pública desde que una revista del corazón airease el pasado enero su supuesto romance presidencial, Gayet, de 41 años, llegó vestida con pantalón y chaqueta negra, y evitó hacer declaraciones.

El César recayó en Adèle Haenel por su trabajo de reparto en Suzanne, de Katell Quillévéré, en una categoría en la que también estaba nominada la madre de la exprimera dama Carla Bruni y suegra del expresidente Nicolas Sarkozy, Marisa Borini, por Un château en Italie, dirigida por su propia hija, Valeria Bruni Tedeschi. Se da la circunstancia de que Gayet decidió reaparecer en público el mismo día en el que también lo hizo Valérie Trierweiler, que acudió a mediodía al desfile de prêt-à-porter de Christian Dior, en la Semana de la Moda de París. Hollande, por su parte, pasó el día en la República Centroafricana, un país en guerra donde pronunció un discurso ante parte de los 2.000 uniformados galos desplegados en ese país.

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