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Habitación con vistas al interior

Lugar: Teatro CajaGranada Isidoro Máiquez. Fecha: jueves 10 y viernes 11 de noviembre de 2011. Aforo: 2/3 de la entrada.

Muy lejos de aquellos comienzos como revelación del hardcore nacional (desde entonces han pasado del inglés al castellano, de una música furiosa y urgente a otra ralentizada, a veces hasta lo narcótico, reflexiva y meditada, quizá en exceso), Standstill han ido atesorando una cohorte de fieles seguidores que nada tienen que ver con aquella escena y que se delatan por sus aspectos estudiadamente desaliñados y las gafas de pasta coronando sus rostros barbudos. Para ellos, los sesudos planteamientos de la banda barcelonesa suman en vez de restar, y las aspiraciones conceptuales de su propuesta añaden atractivo a sus canciones. Y deben tener razón, pues en los diez años transcurridos desde su debut en largo han conseguido centrar las miradas de un sector de la crítica, algunos galardones y el favor de un público selecto que lleva a gala sus preferencias musicales y las exhibe con la misma impudicia que otros lucen sus dientes de oro o sus relojes de marca.

En esta línea a nadie le puede sorprender que su último trabajo, Adelante Bonaparte, en el que está basado el espectáculo que presentaron en CajaGranada, se haya publicado en un triple vinilo de 10 pulgadas; que en lugar de un recinto de mayor aforo hayan elegido un teatro con un número de asientos reducido, para interpretarlo durante dos noches consecutivas -como ya ocurriera en el Círculo de Bellas Artes de Madrid o en el Auditori de Barcelona-; o que toda la obra se desarrolle como una combinación de música y arte escénico con un mismo hilo conductor, y estructurada al modo clásico con su planteamiento, nudo y desenlace. Lo que para sus adeptos es parte de su atractivo, para otros resulta una propuesta cargante y pretenciosa, por momentos irritante. Bajo el título de Rooom, el espectáculo trasciende lo puramente musical para convertirse en una experiencia multisensorial donde las imágenes proyectadas sobre una triple pantalla que literalmente rodea a los músicos en quietud y penumbra, nos sumergen en una historia que plantea los dilemas existenciales del protagonista, que reflexiona acerca de la vida, del amor y de la muerte. Quién dijo que el pop era una música intrascendente. A aquellos a los que las canciones de Standstill se les atragantan y la voz cercana a la de los cantantes melódicos de Enric Montefusco se les hace insufrible, pueden encontrar refugio en las cuidadas proyecciones que van desde lo onírico a lo cotidiano, de lo abstracto a lo documental y de lo vanguardista a lo simbólico. Y así transita el espectador del interior de los pensamientos del autor en forma de película de arte y ensayo a la cartografía sideral de sus anhelos, del viaje vertiginoso por la autopista al calor de la hoguera y del plano general de su habitación al detalle que esconde lo inconfesable. Sí, suena presuntuoso y algo trasnochado, y más viniendo de un grupo con pasado hardcore, que fue la música que enterró definitivamente las óperas rock y otras aventuras conceptuales, pero, a tenor del recibimiento y la atención que han obtenido desde que lo pusieron en marcha, funciona.

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