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Historia del arte multiplicado

  • El Museo Carmen Thyssen presenta 'Carteles de artista. De Toulouse-Lautrec a Jeff Koons', con 73 piezas de la colección de Joseluis Rupérez fechadas entre 1893 y 2003

Se lamentaba el coleccionista Joseluis Rupérez, a la sazón conocido promotor y productor musical, de que los museos españoles se han mostrado tradicionalmente más que reservados a la hora de atender al cartel como formato artístico. Y entre las excepciones citaba al Museo Picasso Málaga, que en el verano de 2012 se apuntó un tanto al respecto con El cartel europeo: "El MoMA comenzó a organizar exposiciones de carteles hace ya muchos años, luego lo hicieron el Louvre en París y el Victoria & Albert Museum de Londres, pero en España el cartel se considera todavía un registro menor, de segunda fila". Ahora, el Museo Carmen Thyssen de Málaga contribuye a la causa con Carteles de artista. De Toulouse-Lautrec a Jeff Koons, que se inauguró ayer y que podrá verse hasta el 21 de febrero. La muestra reúne 73 carteles realizados entre 1873 y 2003 por una abultada nómina de artistas que incluye, además de los citados, a Marcel Duchamp, Andy Warhol, Salvador Dalí, Diego Rivera, Raoul Dufy, Henri Matisse, Sol LeWitt, Miquel Barceló, Eduardo Arroyo, Pablo Picasso, Roy Lichtenstein, Jean-Michel Basquiat, Antonio Saura, Joan Miró, David Hockney, Alex Katz, Jean Dubuffet, Georges Braque, Willem De Kooning, Peter Blake, René Magritte, Max Beckmann, Fernand Léger, Joseph Beuys y el Equipo Crónica, entre otros ases. Se trata, tal y como apuntó Rupérez, de un proyecto que demuestra hasta qué punto "se puede contar la historia del arte contemporáneo a través del cartel". Pero no sólo: también es posible desde las salas del Palacio de Villalón proponer una historia del último siglo (y algo más) desde la querencia del arte a servir de plataforma para la comunicación y divulgación de prácticamente cualquier cuestión humana, desde los ideales políticos hasta las marcas de licores, incluido el propio arte. Es así, con el ánimo cargado de historia, como mejor corresponde acudir a ver la muestra, con la que además el Museo Carmen Thyssen propone un notable cambio de rumbo, y no de calado precisamente menor, respecto a su política expositiva.

El comisario de la exposición, José Piqueras, que ha armado esta iniciativa con la colaboración de la directora artística del museo malagueño, Lourdes Moreno, y del propio Joseluis Rupérez, afirmó ayer en la presentación a los medios que el objetivo de la exposición es "revelar la fascinación que el arte contemporáneo ha mostrado y muestra por el cartel como soporte de comunicación cultural, efímero y frágil pero imprescindible para conocer y comprender el siglo XX". La exposición se articula mediante un "discurso abierto, que puede contemplarse mediante un paseo tranquilo en el que cada visitante adquiera la impresión que aporta el arte multiplicado, que tal vez puede tener menos valor económico que otras manifestaciones artísticas pero nunca menos valor social, cultural ni, incluso, artístico: de hecho, muchos creadores han recurrido al cartel como prolongación efectiva de su búsqueda estética". Carteles de artista se abre en la Sala Noble del Thyssen con un apartado denominado Pioneros que da buena cuenta del apogeo del cartel ilustrado en el París de finales del siglo XIX, con piezas emblemáticas como Tournée du Chat Noir (1896) de Théophile-Alexandre Steinlen y Aristide Bruant dans son Cabaret (1893) de Henri de Toulouse-Lautrec, así como otros carteles de Bonnard, Vuillard y el maestro litógrafo Chéret, precursor del género. La intención, explicó Rupérez, es que "el visitante adquiera la sensación de pasear por una calle de París. Allí, en el siglo XIX, gracias a los carteles, los museos estaban en las calles. Ahora sucede más bien lo contrario: las calles se encuentran en los museos".

Posteriormente, la sala principal que alberga el resto de la exposición distribuye las obras en tres recorridos: Comienza el espectáculo incluye los carteles que diseñaron los artistas para divulgar actividades culturales como conciertos, representaciones de teatro y ópera, películas y también exposiciones, propias o ajenas. Así, Fernand Léger publicita una proyección de su película Le ballet mécanique en el Gran Anfiteatro de la Sorbona (1946), René Magritte publicita el Festival Mundial de Cine y de Bellas Artes de Bruselas (1947), Marcel Duchamp hace lo propio con la exposición Dada celebrada en la galería Sidney Janis de Nueva York en 1953 (con un cartel que reproduce el texto fundacional de Tristan Tzara y cuyas copias dispuestas a tal efecto, tal y como explicó Rupérez, tenían que tirar a la basura los visitantes una vez que salían de la exposición), Georges Braque anuncia la Kunsthalle de Basilea (1960), Marc Chagall brinda sus insobornables colores al Metropolitan de Nueva York (1966), Alan Aldrige presenta la película de Andy Warhol Chelsea Girls en su versión íntegra (1970), Eduardo Arroyo invita a la exposición Gitanas en el Espace Cardin (1989) y Jeff Koons capta clientes para su Popeye en la galería Sonnabend de Nueva York (2003) con un cartel dispuesto en un marco dorado tan a su gusto. Tampoco faltan rarezas, como la pieza realizada por la artista francesa de ascendencia colombiana Marisol Escobar para Paris Review en 1967, que Joseluis Rupérez adquirió justo cuando organizaba la exposición del Thyssen.

En Vender con arte, el cartel adquiere su función publicitaria para mayor difusión de marcas y productos. Se encuentran aquí el legendario perro azul de George Rodrigue para Absolut Vodka (1993), la serigrafía tornada etiqueta para La Grande Passion de Andy Warhol (1984), el cartel que realizó Dalí para Perrier (1969) y el que firmó Raoul Dufy para el Planetario de París (1956), así como el trabajo de Victor Vasarely para Air France (1948). En Prohibido fijar carteles, por último, se atiende al cartel como expresión de ideas políticas, de orden bélico en unas ocasiones, pacifista o medioambiental en otras, en todo caso activista y contestatario. Es el caso del cartel para el Segundo Congreso Mundial en Defensa de la Paz que no llegó a celebrarse en el Sheffield de 1950 dado que el Gobierno británico sospechaba de una conspiración comunista, pero Picasso ya había impreso allí su paloma de la paz; Diego Rivera clamó al cielo en 1956 sobre el asesinato del abogado venezolano Leonardo Ruiz Pineda, Joan Miró invocó el auxilio internacional a la Segunda República en 1937, Alexander Calder se manifestó contra la guerra de Vietnam en 1967, Raúl Martínez puso rostro a la Revolución en la Cuba de 1968 y el Equipo Crónica se manifestó en pro del pueblo Chileno en 1978, con un fragmento extraído del último discurso de Salvador Allende. Aquí el arte se parece a la vida: quiere convencer. Vencer, cierto, ya será más difícil.

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