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Humor entre bambalinas

Compañía Teatro de Malta. Dramaturgia: Marta Torres. Intérpretes-músicos: Carlos Álvarez "Jano", Delfín Caset y Roma Calderón. Espacio escénico y atrezzo: Pepe Moreno. Selección y adaptación musical: C. Álvarez, D. Caset, R. Calderón. Iluminación: Joseba García. Dirección: Marta Torres. XVII Festival Internacional de Teatro de Humor. Casa de la Cultura. Santa Fe. Fecha: 8 de octubre de 2011

El segundo día del Festival programa una pieza que responde a un esquema o prototipo ya clásico dentro del género humorístico y que suele ser un fijo en la propia cartelera del Festival; un formato parecido al de las compañías Los Excéntricos o la italiana Microband que asomaron en ediciones anteriores.

No es tanto la lógica del absurdo la que medula Absurdo Ma Non Troppo, así como la rivalidad surgida entre los individuos, en este caso artistas convocados a un casting, algo absolutamente lógico o racional. Para desarrollar esa situación base Absurdo Ma Non Troppo aúna la teatralidad gestual del clown y la música surgida del ritmo percutido y objetos e instrumentos pobres, pastiche, inauditos. Propuesta que ofrece una variación más sobre el prototipo: el músico clown o el clown músico.

La electrónica del theremín o la unidad de delay, la máquina de escribir, el mirlitón o pito de Carnaval, y el hombre orquesta que acarrea banjo, bombo, platillos, armónica, guitarra enana sirven bien para convocar la risa o la sonrisa (siempre girando sobre ese juego terco del que se toma su tiempo y su turno para demostrar "yo puedo más"), al ir asomando, a veces de forma sorpresiva, melodías, ritmos, canciones populares, tiernas, guasonas, nostálgicas, bailongas. Siempre guiños reconocibles, desde Cantando bajo la lluvia al Ave María, pasando por Michael Jackson, los Beatles, el Gracias a la vida o la marcha fúnebre de Chopin.Uno de los atractivos de la pieza es, sin duda, la versatilidad y el buen registro interpretativo-musical de los tres actores que arman la obra. De hecho es esta una pieza de actores que se desarrolla prácticamente a escenario vacío.

Salvo una escena algo más floja que percute y juega con cubos de basura (al hilo ya de los encuentros callejeros de los personajes, fuera del casting), la sucesión de escenas suelen mantener bien el ritmo y un mismo tono amable y juguetón. La propuesta sin ser novedosa ni arriesgada, deja ver un buen trabajo de interpretación y una dramaturgia capaz de armar un relato escueto a partir del prototipo payaso-músico. Lo que llamamos un buen divertimento, hecho con primor.

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