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Ímpetu y silencio

El XX Festival de Jerez empezó el pasado 19 de febrero y acabó anoche. Se han presentado 67 espectáculos en la programación oficial. De ellos hemos seleccionado tres para comentarlos hoy. Por el impacto qe ha supuesto su presentación y por su proyección de futuro.

Manuel Liñán estrenó en el Teatro Villamarta el espectáculo Reversible el pasado día 28. Se trata de una obra fresca, plena de guiños y de juegos, donde Liñán lleva a sus penúltimas consecuencias la propuesta que lanzó en su obra anterior: cuestionar y divertirnos con los juegos de roles tradicionales de lo jondo. No resultó tan soprendente cuando La Piñona baila con pantalón y chaqueta gemelos a los que usó Liñán en el mismo baile, pues este cambio de roles está bien sedimentado en la tradición, jonda y social. Pero sí que sigue siendo sorprendente cuando Liñán se enfunda la misma bata de cola que antes había usado La Piñona. Este cambio de vestuario se produce dentro de un mismo número, las cantiñas. Por supuesto que no es el primero, ni será el último, en bailar con bata de cola, pero jamás se había llegado a estos extremos de identificación con el baile femenino. Liñán pone a bailar la mujer que lleva dentro, sin frenos ni complejos. Otros bailaores, como Joaquín Cortés o Manuel Cañadas se habían puesto la bata de cola. Pero con la intención de llevarse la prenda al terreno del baile masculino. No fue este el propósito de Liñán. La puesta en escena y la coreografía están cuidadas hasta el extremo, con predominio del juego y del ingenio. También el cante está depurado, con dos intérpretes en estado de gracia, Miguel Ortega y David Carpio que brillaron en toda la noche, haciendo un cante festero pero intimista y dramático. Ese fue el tono de la noche, el contraste de la frescura y la libertad de los juegos infantiles con el drama, igualmente intenso, que forma parte también de las primeras etapas de la vida. Liñán estuvo espléndido en la bulería con que se abrió Reversible, con mantón y bata de cola, poniendo ya el listón muy alto. Pero el nivel no bajaría en el resto de la obra, en la que los solos de guitarra fueron el contrapunto sentimental a tanta explosión. También brilló el bailaor granaíno en tientos, tangos, cantiñas y en la soleá final. Esta obra le ha aportado el contexto adecuado a su baile explosivo, frenético, muy técnico. La Piñona estuvo deliciosa, íntima en las transiciones y lúdica en la guajira, y rutilante en la complicidad de las cantiñas, un paso a tres en el que el Torombo nos bajó a la tierra. Y José Maldonado espléndido en su baile y también en su concepto escénico. Perfectamente empastado con Liñán en el brillante paso a dos del número titulado Folklore, que convirtió la cuerda de la bamba en un nuevo complemento flamenco.

El bailaor catalán Jesús Carmona presentó el día 1 de marzo Ímpetu´s, una obra que refleja fielmente las características estéticas de su autor. Es un espectáculo enérgico, afilado, con coreografías densas, precisas, de mucha exigencia. Una espectáculo duro, distante, maquinal, con un excepcional despliegue de recursos. Los movimientos de grupo son piezas de relojería, que mostraron un dominio absoluto del espacio escénico y las luces se funden con la coreografía, con efectos notables. Con dos números sobresalientes: el paso a dos de Tamara López con Fernando Jiménez en el que Carmona sorprende con una coreografía en puntas y zapatillas, de escuela bolera, para el Ímpetu de Mario Escudero. López tiene la facultad de transmitir humanidad, calidez, serenidad en las coreografías más técnicas y frías, que ella siempre resuelve con destreza y elegancia. El otro momento sobresaliente de la noche son las bulerías, un mano a mano de Carmona con Juan José Amador. El bailaor lo subraya todo, lo apostilla todo, en un despliegue sorprendente, veloz, descomunal. Y Amador canta pletórico, en la madurez de su arte, con su acostumbrado poderío y colorido vocal.

El veterano bailaor japonés Shoji Kojima presentó A este chino no le canto el 2 de marzo. Lo de Kojima es completamente diferente. El bailaor puso en escena la sutileza, el lirismo, la delicadeza, la fragilidad. El silencio. También la fuerza. Pero no la del músculo. La del espíritu. Esa que le lleva a bailar a los 76 años la portentosa seguiriya con la que acabó la función.

Al comienzo de su carrera Kojima entendió que para dejar huella, como ha dejado, en la historia del flamenco era imprescindible conocerse. Saber de dónde venía, sus orígenes. Kojima jamás ha imitado a los bailaores españoles. Por el contrario, ha patentado una forma personal de danza jonda que, naturalmente, asume elementos diversos de las artes corporales y escénicas de su país. Así lo comprobamos, una vez más en Jerez con la incorporación, entre otros elementos de la cultura japonesa, de la máscara y la caligrafía tradicionales.

La obra es un recorrido biográfico que parte de las figuras parentales, la asunción de lo jondo en una tierra en la que aún se recordaba la actuación de Antonia Mercé en el Teatro Imperial de Tokio, en 1929, y el largo periplo hacia tierras españolas. Su contacto con el flamenco en el lugar de origen del mismo y su ingreso en el mundo de los tablaos y de las compañías, como la de Rafael Farina. Fue en esta última donde ocurrió la anécdota que da título a la obra y que, pese a estar tratada en forma humorística, divertidísimo David Lagos encarnando a ese cantaor racista, la denuncia tiene toda la vigencia hoy, cuando lo foráneo flamenco, no sólo oriental, aún es desconocido en el mundo de lo jondo de España.

Así que Kojima se resarció esa noche haciendo que el número uno de los cantaores actuales, Miguel Poveda, le cantara el Canto de la resignación de Romero-Ortiz Nuevo, una toná portentosa en letra y música, muy difícil de ejecutar, que Poveda resolvió con brillantez. También gozamos con la soleá maravillosa de Eva Yerbabuena. Y con un elenco sobresaliente. El paso a dos de Javier Latorre con Kojima fue un prodigio de delicadeza e intimismo. También la breve inmersión en la escuela bolera en forma de Panaderos a dúo fue estupendo. Y el baile de Kojima una lección de cómo se baila el silencio, el vacío.

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