Crítica | 'Mercedes mais eu' de Janet Novás y Mercedes Peón

La intimidad del ritual

  • La particularidad de ambas creadoras y su emocionante relación convierten a 'Mercedes mais eu' en la mejor propuesta que ha pisado el Alhambra hasta el momento en esta temporada extraña

Video del espectáculo

Ha querido el azar de la reprogramación pandémica que el Teatro Alhambra lleve hasta el momento sólo tres espectáculos. Tres propuestas más arriesgadas de lo que suele merodear Despeñaperros para abajo. A la Tristura le siguió La Phármaco y en menos de una semana llegaron este jueves Janet Novás y Mercedes Peón. De las tres piezas, quizás la que haya puesto más carne sobre el asador sea esta última.

Mercedes mais eu nace de un proceso clásico en el diálogo escénico contemporáneo. Dos artistas interdisciplinares que convocan una creación colectiva, en este caso desde la danza de Novás y la música de Peón, en el marco de una residencia de investigación escénica desarrollada en los Teatros del Canal y El Graner. Sobre el escenario poco más que los instrumentos de percusión, la batería, los telones quitados y algún que otro utensilio de atrezzo a la vista. Un escenario, a la postre, casi vacío. El ancho linóleo blanco y sus cuerpos.

La obra conjunta de estas creadoras gallegas responde a una manera de entender la escena que tiene su fortaleza en el brindar el proceso mismo al espectador. Un proceso que bebe del ritual compartido, elaborado en torno a la singularidad de ambas. Pero este espectador no está invitado, como ocurre en infinitas ocasiones, ni como voyeur, ni como un turista de la dramaturgia, sino como asistente a la cita de una conversación continuada, a la que inevitablemente llegamos in media res, pero que se repite de principio a fin en cada ocasión.

La dinámica queda clara ya desde los primeros pasos de Peón sobre el escenario. Coge sus baquetas, se acerca al micro y empiezan a caminar notas, ruidos, susurros, gritos, uno tras otro. El cuerpo de Novás entra en escena y se junta en el ritual. Hay razones para que el imaginario nos lleve fácilmente hacia el mito del chamán y la intérprete. La voz y el cuerpo parecen tan pegados a la tierra, Galicia sin duda, que incluso en un momento se hace explícita, cae del saco sobre el linóleo y se mezcla con la piel en danza.

Pero esto, ya digo, se trata de una conversación, cuya principal característica no es otra que la intimidad del acontecimiento. Da la sensación que ya sea en una suerte de rave escénica o la voz jadeante tras el cansancio físico, todo está contado al oído. La fragilidad, esa que Peón comenta en el último compás de la pieza, es un valor teatral incalculable. Complejo de encontrar en esencia hoy en día. Eso no quita que la pieza no esté exenta de potencia. Las dos poseen registros y momentos que zarandean premeditadamente al espectador.

Pero frente a lo que aparece en muchas ocasiones como un imperativo de vigor escénico en la escena nacional, aquí la duda, la caída y lo no dicho, el no saber, pero decir desde la intimidad de uno, es el centro de lo que acontece. Los silencios no son sólo sonoros, sino discursivos. De ahí una ternura, una emoción posible. En el recuerdo de una canción antigua, la pequeña charla, la memoria de los cuerpos, el cantar de Peón o las caderas en salto de Novás.

Para entonces, el escenario vacío se ha llenado de una vibración común. Parafraseando a Adorno, llevar el arte a la vida tiene que ver con un arte sin dioses y una vida voluptuosa. No hay sorpresas, ni grandes alardes escenográficos, ni tampoco visuales, en esta pieza. El caso es que sólo hacen falta unos minutos para comprender que no importa. Ni siquiera el exquisito trabajo sonoro. Es la particularidad de ambas creadoras, y su emocionante relación, lo que convierte a Mercedes mais eu en la mejor y más sugerente propuesta que ha pisado el Alhambra hasta el momento en esta temporada extraña.

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