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Jeremy Irons, el contraste

  • El actor presenta en Madrid 'Tren de noche a Lisboa', ambientada en la fase final de la dictadura de Salazar

Jeremy Irons se alegra de no ser político, aunque conversar con él siempre lleva a preguntas esenciales de convivencia: su rechazo al despilfarro y a las desigualdades o su miedo al caos, y su profundo amor por una profesión que le permite llenar su vida de variedad. "Mi vida está constantemente llena de cambios; el contraste es uno de los placeres del mundo, ya sea en la comida, en el trabajo, en compañías personales distintas (...) Con el contraste se valora la diferencia. Y eso me gusta mucho", dice Irons en una entrevista en Madrid.

Irons se ha desplazado desde Londres, donde vive con su esposa, Sinead Cusak -con la que tiene dos hijos-, para apoyar la promoción de Tren de noche a Lisboa, una cinta dirigida por Bille August que recrea el best seller del mismo título, o casi -Tren nocturno a Lisboa- de Pascal Mercier, pseudónimo del filósofo suizo Peter Bieri.

Apoyándose en la vida de un personaje inventado, el profesor Raimund Gregorius (Jeremy Irons), Mercier relata oscuros episodios de la fase final de la dictadura de Antonio de Oliveira Salazar, unos años de la vida de Portugal que han interesado poco al cine, o la literatura, aún cuando fue la dictadura más larga de Europa (1926-1974). "Esta película es un pequeño poema", explica Irons mientras lía su cuarto pitillo diminuto, sentado en la terraza de un céntrico hotel de la capital española.

Cuenta que, partiendo de una "excelente novela", August ha hecho "una película sobre ideas filosóficas, y eso para las películas es difícil. Confío en que tenga su hueco", apunta, y destaca que en su interior "hay una idea que dice que podemos cambiar nuestras vidas, nuestras conductas, dando pasos pequeños". "Yo añadiría que si tenemos que sobrevivir como países, como sociedades, vamos a tener que cambiar dando esos pequeños pasos, y debería ser emocionante saber que debemos hacer esto, y hacerlo", reflexiona.

El británico, amor secreto de varias generaciones de fans (tiene 65 años) es, además, uno de los escasísimos actores que pueden presumir de la llamada "triple corona de la interpretación": tiene un Óscar -El misterio Von Bulow- (1990)-, un Tony -The Real Thing (1984)- y un Emmy -Elizabeth I (2005), lo que le convirtió en el mejor en cine, teatro y televisión, y tiene además otra treintena de premios.

Famoso por cintas como Inseparables (1988), Lolita (1997), o La misión (1986), ha rodado más de cuarenta largometrajes y ha participado en otras tantas series de televisión, trabajos que ha compaginado siempre con el teatro.

Irons, cuando no está preparando un personaje nuevo, aclara, disfruta mucho de su vida.

"Soy un hombre feliz, ahora cuido de mi mujer, que está representando una obra de teatro en Londres; paseo a mi perro, monto a caballo... ayer fui a un restaurante magnífico, aquí en Madrid, cené productos españoles fantásticos con un vino de Rioja increíble, fue un placer; este tipo de vida también me encanta. Pero tengo mis pequeñas infelicidades", aclara, siempre ligadas "a las relaciones". "Llevo cuarenta y tantos años casado y te puedo decir que hay altibajos; lo mismo me pasa con las películas, las hay que no me gustan, que no me gusta el grupo, las localizaciones... claro que hay 'cosas' que me hacen infeliz, pero entiendo que lo contrario me convertiría en un ser aburrido".

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