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Kurt Baker, tras las huellas de Paul Collins

Los más atentos ya conocerán cómo se las gasta el norteamericano Kurt Baker, pues ya estuvo por aquí hará cosa de tres años, entonces en Polaroid. En esta ocasión tenía previsto tocar en la nueva Prince, pero el conflicto que mantiene esta sala con el Ayuntamiento a cuenta de su licencia ha obligado al promotor a buscar un escenario alternativo que finalmente seré el de la sala Vogue. Ahí desplegará Baker sus cualidades para mantener viva la llama del power pop, música tan enérgica y dinámica como adhesiva en la línea de grandes nombres como los de Elvis Costello, cuyo timbre es recurrentemente aludido para definir el de Kurt Baker, The Romantics o nuestro querido Paul Collins, cuyos pasos parece seguir Mr. Baker. Como él, se sumergió en el mundo del rockandroll siendo apenas un adolescente. Y si Collins compuso temas incunables entre los últimos 70's y los primeros 80's militando en los seminales The Nerves, Baker lo hizo al frente de The Leftovers en su natal Portland, Maine. Con ellos debutó en 2003 y rápidamente el grupo se consolidó como uno de los mejores exponentes del punk pop melódico de vocación pop y el espíritu inequívoco del rock and roll.

Después de ocho años, cuatro álbumes y un directo incontestable, lleno de garra, que les hizo girar en numerosas ocasiones por los Estados Unidos y las islas británicas, en 2010 Kurt Baker emprendió una carrera en solitario atemperando un poco el estilo apresurado de los Leftovers para consagrarse al más clásico power pop. Después del lanzamiento de su segundo álbum Brand New Beat (Collector's Club Records, 2012), como ya hiciera años antes Paul Collins, decide afincarse en España, donde mantiene una actividad frenética al compaginar su pertenencia a tres bandas: Bullet Proof Lovers, The New Trocaderos, y Kurt Baker Combo, que es con quienes nos visita. Ya como residente, acaba de publicar Play it Cool (Eccentric Pop Records, 2015), su tercer álbum de estudio. Se trata de un trabajo en el que Baker extiende su paleta sonora, con tintes de la new wave, guiños glam y un regusto inconfundible al mejor power pop de finales de los 70 y principios de los 80, tal y como lo facturaba Paul Collins con The Nerves, primero y con The Beat, más tarde. Ahí está la contundencia de Slade, la chispa melódica de Cheap Trick o la energía de The Knack. Su candidatura al trono vacante del power pop huele a ganadora.

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