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Llamazares: "Las pasiones conducen al escepticismo y la melancolía"

  • El escritor reúne trece cuentos con moraleja en 'Tanta pasión para nada', su nuevo libro

Publicará en febrero su libro de cuentos Tanta pasión para nada, compuesto por trece historias en las que sus protagonistas obtienen la misma moraleja, la que da nombre a la obra, pues para el escritor leonés Julio Llamazares las pasiones suelen conducir a la melancolía y al escepticismo.

Llamazares reúne en este libro, que será editado por Alfaguara, doce relatos y un micro-relato escritos durante los últimos quince años, y algunos ya publicados, en los que describe las experiencias de gente que pone mucha pasión en su vida y que finalmente se da cuenta de que esa vivacidad no le sirve para nada.

"Al fin y al cabo, en eso consiste vivir, en poner pasión en todo sabiendo que las pasiones no solucionan nada", afirma este escritor y periodista. Detrás de la aplicación de este sentimiento, y a sabiendas de que conduce a la desilusión, se encuentra para Llamazares el intento del ser humano de sobrevivir a base de pasiones a la realidad, "a lo que suponen el paso del tiempo, las pérdidas y el sinsentido de la vida".

"Todo eso lo sustituimos con pasiones que pueden tener muchos nombres como el amor, la amistad y el éxito", añade.

La historia de un viejo napolitano que reencuentra el amor de su juventud antes de morir, la de un conductor que se pierde voluntariamente para huir de su familia y del trabajo o la del futbolista que falla el penalti más importante de su vida forman parte de la obra.

Para el autor, seguramente la vida sería inhabitable sin pasión, el problema es que, en el caso de los protagonistas de sus cuentos, todos llegan a un momento en el que se dan cuenta de que la pasión no justifica la vida o de que, "la vida es una pasión inútil". "Entre la pasión y la ilusión hay una línea muy sutil que seguramente determina la inocencia, cuando uno cree que las pasiones son sueños realizables. Y yo creo que lo que diferencia la pasión de la ilusión es la mayor o menor inocencia" de la persona en la que brotan estos sentimientos, apunta.

Poco prodigado en el cuento, el autor de La lluvia amarilla explica que la diferencia entre crear un relato corto y componer una novela es como la existente entre "hacer pequeñas casas o un edificio de doce plantas", aunque manifiesta que en ambas situaciones al escritor le tiene que interesar lo que escribe: "Requieren la misma pasión literaria que una novela, lo que pasa es que una novela requiere mucha más arquitectura".

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