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Lorca 'vuelve' a Nueva York

  • El investigador Eduardo Ruiz Baena presenta 'Tarta de manzana y melón maduro', novela centrada en el periplo americano del poeta, en la sede de la Academia de Literatura Moderna en New Jersey

Federico sentado en el sundial de la Universidad de Columbia.

Federico sentado en el sundial de la Universidad de Columbia. / g.h.

¿se imagina leer un relato donde Lorca repartiera tajadas de melón y se llevara la mejor parte aludiendo a la metafísica? ¿O donde le preguntara a su madre si los nacidos en Asquerosa (Valderrubio) se llaman asquerosos? ¿O donde cambiara unos zapatos caros por una navaja? El investigador granadino Eduardo Ruiz Baena se atreve a contar estas historias en su primera novela, Tarta de manzana y melón maduro, que ayer presentó en la sede de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna Internacional en New Jersey. Aprovechando la estancia en tierra neoyorquina, el investigador hizo entrega de un escrito de la Asociación de Investigación Carpe Diem dirigido al alcalde de la ciudad para que sea restaurado el sundial de la Universidad de Columbia donde el poeta se fotografió en 1939 y que, años después, fue destruida por un rayo, y que al pie de ésta se emplace una estatua del autor.

Después de publicar El sabor de la tierra, un ensayo sobre la influencia de Valderrubio en la vida y obra de Lorca -con una introducción del hispanista Ian Gibson-, y un estudio sobre la genealogía del poeta, Ruiz sintió que se dejaba por el camino algunas anécdotas no documentadas. "Algunas me las han contado vecinos -el investigador es valderrubiense-. Otras Pepito el del Amor, que ejerció como regente de la casa Museo García Lorca de Valderrubio durante más de 20 años. Estuvo 20 años viviendo y respirando Lorca", señala.

Algunas de las historias que se narran en la ficción de Ruiz se las han contado su madre y su hermana. "Ellas las escucharon en boca de mi abuelo, Enrique Baena Mazuecos, que estudió en Almería con Lorca", reconoce orgulloso. Con el tiempo, confiesa el investigador, he llegado a comprender que su abuelo "atizó el avispero para que el poeta escribiera La casa de Bernarda Alba -según cree su abuelo podría ser Enrique Humanes-. Él salió con Amelia Rodríguez Alba, que más tarde se casaría con José Benavides Peña, Pepe el Romano en la obra teatral".

El autor narra "desde la admiración, el respeto y una ardua labor de investigación" la estancia del poeta en la Gran Manzana. "En la vida de Federico hay varios hitos: cuando se separa de su familia para estudiar en Almería; su paso por la Residencia de Estudiantes de Madrid; los viajes a la Argentina, donde le reciben como un dramaturgo ya consagrado; y Nueva York -que sucede antes-. Allí se descubre a sí mismo y acepta su homosexualidad", destaca el investigador.

Algunos de los capítulos se inician con la transcripción literal de algunas de las cartas que Lorca envió desde Nueva York a su familia y amistades, que aparecen en el Epistolario completo editado por Christopher Maurer y Andrew A. Anderson en la editorial Cátedra. "He reproducido aquellas partes de las misivas que van entroncando la historia del poeta y le va generando los recuerdos de su infancia. Va avanzando. Entra en la pubertad y la juventud. Luego abordo el tema de la homosexualidad de Federico en Estados Unidos y en España", explica Ruiz.

"Estoy en Madrid dos días para ultimar unas cosas y enseguida salgo para París-Londres y allí embarcaré a New York. ¿Te sorprende? A mí también me sorprende. Yo estoy muerto de risa por esta decisión. Pero me conviene y es importante en mi vida", le escribe el autor de Yerma a su amigo Carlos Morla Lynch, diplomático chileno instalado en Madrid, el 6 de junio de 1929. El futuro lector podrá conocer a Lorca en primera persona a través de estas cartas, donde lo mismo confiesa su estado anímico a compadres, que le cuenta a sus padres su opinión sobe el rugby, un juego que le gusta "mucho".

En los capítulos, el investigador se remonta también a la infancia y juventud del autor en la Vega de Granada. "Federico siempre quiso retornar a su infancia, donde fue muy feliz. Aquella infancia se trunca cuando llega a Granada, ya que pasa de ser el hijo del señorito del pueblo que todo el mundo quiere a un paria en el colegio. Volver a Asquerosa y Fuente Vaqueros le retrotraen a una época feliz", declara Ruiz, que se apoya en una cita de Lorca sobre esta etapa: "Las emociones de la infancia están en mí, y yo no he salido de ellas. Contar mi vida sería hablar de lo que soy, y la vida de uno es el relato de lo que se fue. Los recuerdos, hasta los de mi más alejada infancia, son en mí un apasionado tiempo presente".

El autor escribe Tarta de manzana y melón maduro con la ayuda de un narrador que "va contando lo que sucede, las cosas que le pasan al poeta", porque no tiene "la capacidad para simular a un genio". Le impone "mucho" poner palabras en boca de Federico, aunque dice que le ha ayudado haber leído "multitud de biografías" y haber vivido "experiencias muy similares a las de Lorca en Valderrubio". "He ido a la Biblioteca de Andalucía durante meses para ojear todo lo que tenía sobre el poeta para ver qué contaba la gente", subraya.

Escrita con un estilo sencillo y "muy coloquial", Ruiz no ha querido utilizar un lenguaje "muy complejo" porque el mercado preferente va a ser los Estados Unidos. "Estoy seguro de que lo publicaré antes en Estados Unidos que en España. Aquí nadie es profeta en su tierra", reprocha.

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