Crítica de Música

Un Mahler más joven que nunca

Un momento de la actuación de la Orquesta Ciudad de Granada,

Un momento de la actuación de la Orquesta Ciudad de Granada,

Concierto SinfónicoHHHHH

Programa:Eduardo Soutullo, Octophonics; Gustav Mahler, Sinfonía núm. 5 en Do sostenido menor. Intérpretes: Orquesta Ciudad de Granada. Joven Academia de la OCG. Director: Joseph Swensen. Lugar y fecha: Auditorio Manuel de Falla, 27 y 28 de enero de 2017.

La Orquesta Ciudad de Granada ha consolidado su proyecto educativo Joven Academia Instrumental de la OCG. Esta iniciativa contempla que jóvenes promesas de la música granadina trabajen en colaboración con los maestros de nuestra orquesta durante toda la temporada, ofreciendo conciertos a lo largo de la misma.

Además de preparar el programa, los participantes recibirán clases magistrales y tocarán también en formaciones camerísticas, acercándose de este modo al máximo a la experiencia interpretativa de nuestros músicos. El conciertos ofrecido por esta Joven Academia y la OCG el pasado fin de semana contó con una plantilla orquestal completa de cuarenta alumnos, que tocaron en los atriles junto a sus profesores en una perfecta simbiosis artística.

Para su presentación esta temporada se eligió la Sinfonía núm. 5 de Gustav Mahler, una partitura sumamente rica tímbricamente que permitió a los participantes explorar el complejo lenguaje orquestal en su más pura esencia.

El concierto se abrió con un estreno absoluto: la obra Octophonics del compositor bilbaíno Eduardo Soutullo.

Escrita para octeto de metales, se interpretó en su primera audición por los profesores de la OCG con una plantilla de dos trompetas, seis trompas y dos trombones, situados homogéneamente en ambos lados del escenario para crear una atmósfera estereofónica. Rica en matices sonoros, y muy original en su semántica melódica, la obra tuvo buena aceptación por parte del público.

Completó el programa la Sinfonía núm. 5 de Gustav Mahler en una muy correcta versión, que no por conocida merece ser desdeñada en su complejidad interpretativa. El sonido de la orquesta fue limpio y timbrado, distinguiéndose a la perfección cada grupo sonoro. Además, el director Joseph Swensen realizó un trabajo sublime definiendo las distintas unidades motívicas, las cuales se esforzó por ir presentando con claridad y viveza tímbrica. Tal es el caso del contundente motivo inicial de la trompeta solista de Esteba Batallán, que a modo de fanfarria anuncia el complejo discurso melódico del primer movimiento, que transcurre entre el desarrollo orquestal de una marcha fúnebre y la inserción de dos secciones a trío.

Cada nuevo movimiento supuso una oportunidad para el director de demostrar su particular visión de la sinfonía, viva y diáfana, descargada del rubor romántico que habitualmente se le ha atribuido, y que a menudo ha enmascarado el magistral trabajo compositivo de su autor. El protagonismo de las maderas en el segundo movimiento, el sublime solo de Óscar Sala a la trompa en el tercero, la contundente y oportuna percusión o la melodiosidad de las cuerdas en el Scherzo son sólo una muestra del dúctil trabajo interpretativo que la OCG y la Joven Academia realizaron a manos de Swensen.

En este sentido, los alumnos participantes no sólo no desmerecieron la acostumbrada calidad a la que la OCG nos tiene acostumbrados, sino que incluso dieron muestras de genialidad en algunas pequeñas intervenciones solistas que la obra requiere. Así, el grupo de metales, cuya presencia es crucial en los momentos más impactantes de la obra, sorprendió por su sonoridad y calidad. Igualmente es digno de reseñar el magnífico papel de las trompas, que en grupo de seis (cuatro de las cuales eran alumnos) sonaron como nunca; particularmente emocionante fue su intervención en el tercer movimiento dando la réplica al trompa solista. Las cuerdas, bastante reforzadas por el alumnado participante, también constituyeron el otro pilar sobre el que levantar tan soberbio monumento sonoro. Con Friedemann Breuninger como concertino, el empaste y coordinación de la sección de cuerda fue magnífico, y el equilibrio con las demás partes muy oportuno, haciendo las delicias de los escuchantes en el famosísimo Adagietto tan conocido por su incursión en la banda sonora de Muerte en Venecia.

Con tan buen material sonoro no es de extrañar que Joseph Swensen construyera una Muy acertada visión de esta sinfonía, que llegó a su clímax en el quinto y último movimiento, todo un alarde de expresividad orquestal que podría decirse que ralló la perfección y sirvió para arrancar el unánime y prolongado aplauso de todos los asistentes.

Enhorabuena a todos los participantes: a los profesores, por saber transmitir su pasión por la música, y a los alumnos por aprender a disfrutar con ella, enseñándonos con su ejemplo el verdadero valor de la juventud.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios