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Manuel García repasa en 'Prado Negro' sus correrías infantiles

  • El autor granadino evoca los recuerdos de la generación del 'baby-boom' en su último poemario, publicado en Hiperión

Manuel García repasa en 'Prado Negro' sus correrías infantiles

Manuel García repasa en 'Prado Negro' sus correrías infantiles

"Cazábamos pájaros con liria, con red o con tirachinas, pescábamos peces, cangrejos y culebras, atrapábamos murciélagos y les dábamos de fumar, saltábamos las bardas y comíamos la fruta prohibida de los cercados", así comienza uno de últimos poemas en prosa de Manuel García sobre la infancia de un niño en los años sesenta. Prado negro (Hiperión) es el undécimo poemario de Manuel García (Huéscar, Granada, 1966), en el que ha reunido estos poemas que poco tienen que ver con la actual corrección política, según ha comentado el poeta, músico, editor, bibliófilo, además de autor de la novela Mañana, cuando yo muera sobre los últimos días de Ángel Ganivet.

"Nos manchábamos con las moras (...) Tirábamos petardos por las chimeneas, tocábamos a los timbres y salíamos corriendo, rompíamos con el tirachinas los timbres de las puertas (...) y, por la noches, después de llover, nos saltábamos la tapia del cementerio para asustarnos viendo los fuegos fatuos en el suelo" son otros recuerdos que alimentan estos poemas en prosa.

Unos poemas que reflejan la enorme diferencia de la niñez de la generación del llamado "baby-boom" con la de los niños actuales, no solo porque aquellos pudieran matar a su propio gato sino porque también eran capaces de dejar pasar el tiempo leyendo a Hölderlin bajo la parra de un patio.

Los poemas de Prado negro -título extraído de una indicación de carretera que designa un lugar de Andalucía oriental- avanzan desde la infancia hasta la adolescencia, las horas en el instituto y las lecturas de Valle-Inclán y Aleixandre: "Yo no entendía nada de esos versos ni de esas frases luminosas, pero en verdad lo entendí todo. Era el misterio de la poesía que asistía al nacimiento de mi juventud", dice otro de estos poemas, que prosigue: "Justo ahora recuerdo el tiempo en que me creía la literatura. Me emocionaba leyendo La balada de la cárcel de Reading y De profundis, El viejo y el mar, los poemas de amor de Francisco de Medrano y las prosas furiosas de Baudelaire".

En Prado negro también hay sonetos, romances y verso libre, como la parte titulada De geografía literaria (once paisajes extremos) inspirada en la dureza de algunos paisajes extremos, casi todos rurales, que han marcado su vida, y que son símbolos de su pensamiento: El malpaís de Fuerteventura, el trueno de Galera, la nieve de Huéscar, una encina de Aroche, los cerezos de Piornal, una roca de Castril...

Manuel García, profesor de literatura en un instituto, asegura que "los chavales de ahora no tienen una visión real del paisaje sino mediatizada por las redes sociales, o sea virtual; aprenden la vida por los móviles" mientras que su generación aprendió "la vida y las emociones en el campo, experimentando con animales"."Ahora la vida urbana, el asfalto se ha extendido a los pueblos, que son pequeñas urbes con coches, internet, tecnología, valores sociales; antes el mundo rural estaba desposeído del progreso tecnológico e industrial", ha añadido para concluir:"En mi infancia los animales ocupaban estratos diferentes a los de las personas; ahora las fábulas de Disney han convertido a los animales en personas y ya no son animales sino mascotas, ahora los niños temen a los animales que hay fuera de sus casas".

"La relación con los animales que teníamos en mi infancia era más parecida a la que ahora pueden tener en los pueblos de África, había menos domesticación; también ahora los niños están más domesticados; los sistemas educativos de ahora son más morales y han estabulado más a los niños, que son menos libres y salvajes", ha concluido.

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