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Marina Heredia

El Sacromonte levantó ayer la voz; y a compás. Le prestó su garganta Marina Heredia en la Abadía, que se incorporó por primera vez como escenario del Festival. "Que se abre de par en par, en busca de un lugar, que devuelva lo perdido". Es el texto de Mario Benedetti con el que la cantaora comenzó un recital directo a la memoria con paradas en el presente y recuerdos del futuro. Tras el Pórtico apareció en escena su padre, Jaime Heredia 'El Parrón', testigo viviente de las fraguas del Sacromonte que se adentró en las brumas del pasado con una debla y un martinete con letras populares, 'fatiguitas' de siglos en la personal voz de El Parrón. Y del esparto y el cobre a la dicción de Josefina Ramírez, voz de la radio de Granada durante años, quien recitó El grito de Federico García Lorca en tono quedo. Volvió Marina Heredia con el Tríptico de la zambra, el momento del jaleo justo enfrente del templo de la espiritualidad. Tangos de los merengazos, fandangos del Albaicín y la mosca, con las palmas de Reyes Martín, Anabel Rivera, Toñi Nogaredo y Jara Heredia, que bailó la mosca con la picardía necesaria para no desmerecer el palo y con la suficiente mesura como para no herir los sentimientos del Abad.

A continuación regresó Lorca con el texto La cueva con Josefina Ramírez acompañada por la guitarra de Miguel Ochando. El preámbulo para que Marina Heredia y El Parrón se unieran en el escenario. La Saeta de María la Gazpacha y la Salve Gitana recordaron los interminables miércoles de Semana Santa con las dos imágenes bailando una frente a otra. Como las voces de los artistas clavándose en los pies de la Abadía.

Miguel Ochando fue el encargado de mostrar cómo ha influido el barrio del Sacromonte en otros artistas, abordando La vida breve de Manuel de Falla y la Bulería del Albayzín de Ángel Barrios. "No emulación, sino nueva creación", dijo Falla respecto de su obra. Y Ochando, uno de los pocos guitarristas flamencos capaces de leer un pentagrama, abordó con virtuosismo la parte más 'intelectual' del programa.

Todo para desembocar al final del espectáculo en plena Venta Zoraida, con la presencia de Manolo Osuna en el escenario, uno de los pocos supervivientes de una época del Sacromonte en que los artistas se sentían artistas entre las paredes de la venta. Fandangos del niño de la calzá, granaína de tía Marina, seguiriyas y soleares de Juanillo el gitano... La noche acabó en los tangos del Sacromonte con una Marina Heredia dominante sobre el escenario, mostrando el corazón palpitante del barrio en su palo más característico, el de las fiestas con champán gitano -vino blanco y azúcar-. Y sin resaca.

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