El viajero con josé martínez díaz

De la Medina a la Vega

  • El artista bastetano Diaza propone un recorrido en torno a la ciudad amurallada de Baza. Su pasión. Un idilio que habla de rebeldía, historia y vida a través de la pintura

Primero le atrapó la pintura, luego el paisaje y ya nunca pudo escapar de él. Para José Martínez Díaz, Diaza, pintor y grabador bastetano, enamorado de su tierra hasta el punto de hacer de ella tema de su obra pictórica, un recorrido por Baza es uno de los placeres de la vida, que nadie debería perderse. Su vida la ha hecho allí y pintando.

Salir al campo, observar un olivo, ver cómo el viento mueve una hoja, de tonos verdes, casi azules, todo es poesía. Bien provisto de una caja de acuarelas, desde bien joven intentaba captar ese momento. Caminar 20, 30 kilómetros … Otra de sus pasiones. Sigue llevando un bloc y unos lápices.

Diaza cuenta que los troncos de los olivos centenarios son de una belleza extrema. "Te cuentan la historia de la vida del pueblo". Han sido testigos mudos de generaciones. "Hay algo de rebeldía en ellos".

La naturaleza, pero también la ciudad, sobre todo, la ciudad. Su ciudad: Baza. Su pasión.

La ruta que propone Diaza es circular, en torno a la ciudad amurallada. Las fuentes y su idea de vergel serán compañeros durante el itinerario.

El recorrido comienza en la Plaza Mayor de Baza, punto de encuentro de gentes y protagonista de tantos actos de la vida social bastetana, centro neurálgico de la misma y espacio urbano monumental. Presidida por la mole pétrea de la Iglesia Mayor, que con su monumentalidad la convierte en el edificio más emblemático de la plaza.

Se comenzó a construir sobre el solar de la mezquita aljama o principal, y fue reconstruida tras el terremoto ocurrido en 1531. "El genial Diego de Siloé dejó la impronta de su arte", comenta. Adosada a ella se encuentra la sacristía, con sus artesonados renacentistas, claro exponente del buen hacer de los artesanos bastetanos.

No es de menor importancia arquitectónica el antiguo Ayuntamiento de la Ciudad de 1590, edificio de una sencilla elegancia franqueado por dos columnas corintias en su centro y media a cada lado que sirven de entrada al amplio soportal coronado por artesonado similar al que podemos admirar en la sala capitular del mismo edificio. En él se ubican cuatro de las recámaras de lombarda utilizadas en la toma de la Ciudad por los Reyes Católicos en 1489. A su izquierda, edificio del siglo XIX, sede del Casino Bastetano y frente a estos dos últimos, el hoy muy reconstruido edificio del siglo XVIII edificado sobre el solar de la que fuera Audiencia, y que ha sido usado como cárcel e Instituto de Enseñanza Media, para en la actualidad convertirse en Ayuntamiento; contiguo a él, el edificio del Obispado, que se construyó en el siglo XVI como seminario, hoy totalmente remodelado en su interior.

Abandonamos la plaza pasando junto a la emblemática torre de la iglesia para llegar a la calle Zapatería. Calle de tradición comercial antigua y que aun hoy conserva mucho de esa tradición. En ella vamos a visitar las antiguas carnicerías, instalaciones cristianas, que han terminado dando un toque característico a la zona. Datan de 1568 y consisten en un cobertizo de influencia musulmana, formado por grandes vigas de madera, con sendas columnas en el centro. En uno de los laterales existe una galería volada de gran belleza estética. Pasamos bajo dicho cobertizo y llegamos a las plazas de la Cruz Verde y luego, a la de Santo Domingo, donde veremos el claustro y la iglesia del mismo nombre, ambos renacentistas.

En la calle Dolores se puede ver el único edificio barroco de Baza, la iglesia de las Dolores, con columnas salomónicas en la fachada que presagian el interesante camarín barroco que conserva en su interior.

Hay que retroceder para volver a la calle Zapatería. Subimos por ella hasta el final para ver dos bellos elementos mudéjares, las conocidas como casas de los balcones de palo, por sus grandes balconadas de madera, que convierten el lugar en uno de los rincones más poéticos de Baza. No se puede olvidar que estamos en el barrio de San Juan, uno de los arrabales de la antigua ciudad, en el que el viajero se puede perder por su intrincado laberinto de callejuelas de reminiscencias musulmanas.

Abandonamos el barrio de San Juan por la Cava Baja, donde podemos ver los restos de la antaño imponente Alcazaba de Baza de la que, desgraciadamente, no quedan más que los esqueletos de algunas de sus torres. Esta calle desemboca en la plaza de las Eras, junto a la que se abre el Parque de la Alameda. Cerca de aquí, la fuente de los Alamillos, antiguo abrevadero adosado a la que fuera puerta del peso, remodelado con el paso del tiempo y convertido en la hoy popular y monumental fuente de los Caños Dorados.

Se acaba la ruta atravesando el Parque de la Alameda, haciendo un alto para visitar el Palacio de los Enríquez-Luna, edificado por el tío de Fernando el Católico. Estamos ante el edificio más interesante de Baza, cuyo interior es depositario de los más bellos artesonados mudéjares de la zona, por lo que es lamentable el estado de abandono al que se ve sometido. Seguimos y cruzando el típico Barrio de Rabalía subiremos a la carretera de ronda, para abandonar la parte monumental de la ciudad, esta parte que ha conmovido a Diaza, hasta el punto de reflejarla en su obra.

Ya por un camino llegaremos hasta la Fuente de la Teja, y la Ribera, auténtico corazón verde de Baza, entre tierras de olivos centenarios y almendros, tantas veces reflejado en los lienzos de Diaza y donde se encuentra el alma de esta Ciudad milenaria; aquí -según Diaza- "se puede dar rienda suelta a los sueños" y aprovechar este paraje para ver cómo el atardecer sobre el Jabalcón lo va cubriendo con un manto de mil tonalidades que lo hacen más entrañable y menos distante en su arrogancia pétrea. Destacando aún más, si es que se puede, la belleza y majestad que le hace ser el señor omnipresente y dominante de toda la comarca, marcando visualmente a los habitantes de estas tierras.

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