Crítica

Música con alma

  • La Orquesta Ciudad de Granada inaugura su Joven Academia con un concierto dedicado a Mahler y Sibelius

Un momento del concierto

Un momento del concierto / OCG

La Orquesta Ciudad de Granada inaugura su Joven Academia con un concierto dedicado a dos autores de comienzos del siglo XX: Gustav Mahler y Jean Sibelius. Estos dos autores, cuya música está cargada de alma y sentimiento, sirvieron como pórtico para dicha iniciativa formativa, que permite a jóvenes intérpretes preparar e interpretar un programa sinfónico compartiendo atril con los profesores de la OCG.

El director iraní Hossein Pishkar, de enorme proyección en el panorama europeo actual, fue el encargado de articular el sentido y dramático discurso que subyacía bajo las dos obras del programa, a la par que realizaba un encomiable trabajo de dirección e impartía a los jóvenes integrantes de la formación toda una lección magistral de interpretación. El propio director compartía en los momentos previos al concierto su magnífica impresión de la OCG y su joven academia, con la que ha podido experimentar durante la semana espléndidas sensaciones y la satisfacción de un trabajo bien hecho.

La primera obra del programa fue la colección de cuatro lieder de Gustav Mahler titulada Canciones de un compañero de viaje. Compuestas en su juventud tras un desengaño amoroso, en ellas el autor vuelca gran parte del existencialismo romántico heredado de Schubert en un tratamiento enormemente emotivo y evocador de los textos, escritos por el mismo Mahler y seleccionados ex profeso para compartir con el mundo el dolor por la pérdida y la decepción ante el deseo de amor no correspondido. Sea como fuere, el resultado fue un conjunto de cuatro piezas líricas para barítono o mezzo y orquesta de gran precisión expresiva, en las que se contienen algunas de las melodías más evocadoras salidas de la pluma del compositor centroeuropeo.

Para la interpretación de las Canciones de un compañero de viaje se contó con la presencia en el escenario de la mezzosoprano rusa Karina Demurova, quien desde el primer momento llenó el escenario con su arrebatadora presencia y su poderosa voz. La interpretación de esta colección de lieder requiere no sólo un dominio técnico preciso y de amplio desarrollo, sino además una profunda comprensión del texto para poder articular su expresividad acorde con la semántica de los sentimientos que encierran. En este sentido, la interpretación de Karina Demurova fue espléndida; su poderoso y preciso timbre vocal se hizo presente en todo momento frente a una rica orquesta, bien equilibrada en su interpretación por Pishkar. La mezzosoprano, con una dicción clara y bien apoyada en las articulaciones de la melodía, se mostró rotunda y poderosa en los registros graves y brillante en las partes más agudas, desplegando un discurso lírico bien cubierto e impostado pese a los estragos que el frío otoñal causaron esta semana en su voz. El resultado fue una interpretación muy acertada y de enorme belleza que hizo las delicias del público asistente.

La segunda parte del concierto se dedicó a la Sinfonía núm. 4 en La menor op. 63 de Jean Sibelius, una de las páginas más personales del músico finlandés. No en vano, siempre se ha dicho que esta página es la expresión vívida de la soledad y la oscuridad, tal como comentaba Hussein Pishkar en sus reflexiones sobre la obra. Verdaderamente, resulta una obra enigmática, alejada de los convencionalismos formales que todavía se le requerían a una sinfonía a comienzos del siglo XX, pero a la vez es la expresión más sincera y auténtica de la sensibilidad del autor y su anhelo por compartirla a través de su música.

La OCG sonó espléndida bajo la batuta de Pishkar, quien esta semana ha realizado un trabajo encomiable de análisis e interpretación de la obra. No resulta fácil poner en atriles esta página de Sibelius, que requiere la participación de varios solistas de la orquesta en determinados momentos, y que trabaja a menudo con motivos tímbricos y densidades sonoras bastante intensas y deudoras de un férreo control. En este sentido, la OCG y la joven academia demostraron ser un instrumento dúctil y preciso, atento a las demandas del director. Cabe destacar el papel de los solistas de la OCG Kathleen Balfe al cello, Krasimir Dechev a la viola, y los vientos Carlos Gil al clarinete, José Antonio Masmano al oboe, Bérengère Michot al a flauta, el fagot Santiago Ríos y en los metales Óscar Sala a la trompa y Manuel Moreno a la trompeta; todos ellos contribuyeron con sus intervenciones a enriquecer la magnífica interpretación de esta cuarta sinfonía de Sibelius que la meditada y preclara batuta de Hossein Pishkar regaló al público granadino.

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