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Paolo Sorrentino y los cineastas 'lost in translation'

  • Directores como Bergman o Trueba bajaron su nivel al rodar en EEUU

El estreno de Un lugar donde quedarse, la primera aventura en inglés del prestigioso Paolo Sorrentino, recuerda el descenso cualitativo que directores como Ingmar Bergman, Florian Henckel von Donnersmarck, Wong Kar Wai o Fernando Trueba sufrieron al traducir su genio al inglés.

El italiano Paolo Sorrentino, aupado en los David de Donatello con Las consecuencias del amor y reconocido internacionalmente por Il Divo, parecía dar un salto seguro hacia el mercado angloparlante con Un lugar donde quedarse, avalado por Sean Penn y Frances McDormand.

En cambio, en el estreno de la película en el Festival de Cannes de 2011 recibió críticas tibias que, en el mejor de los casos, resaltaban la ruptura entre el cine anterior de Sorrentino, marcado por el ingenio y la densidad temática, y su última película, que se estrena el próximo fin de semana en España.

Mientras otros directores italianos como Bernardo Bertolucci o Michelangelo Antonioni crearon obras maestras en inglés, Sorrentino no parece haber tenido de momento la misma suerte, pero tampoco está solo en esa pérdida sustanciosa de la calidad que produce el cambio de idioma.

El director checo Milos Forman reconoció en una ocasión que, en ese "lost in translation", recordando a Sofia Coppola, que le había supuesto trasladarse de su país a Hollywood, había perdido la capacidad de crear humor, aunque la solemnidad engrandeció su cine en Alguien voló sobre el nido del cuco o Amadeus.

Pedro Almodóvar, aunque asegura que tiene entre sus próximos proyectos un guión en inglés y ambientado en Estados Unidos, durante mucho tiempo aseguró que el español era parte necesaria de su universo cinematográfico.

Y, aunque existen ejemplos como Ang Lee, Roman Polanski o Lasse Halstrom que han encajado a la perfección en los patrones del mejor cine anglosajón, muchos otros erraron en su salto al cine en la lengua de Shakespeare.

El ejemplo más reciente y más escandaloso es el del alemán Florian Henckel von Donnersmarck, que tras encandilar al mundo (Oscar incluido) con La vida de los otros, dio un giro hacia el descalabro, de la mano de Angelina Jolie y Johnny Depp, en The Tourist, cambiando la excelencia intelectual por el entretenimiento vacuo.

También sorprendió que el bosnio Danis Tanovic, autor de la cáustica visión del conflicto balcánico en En tierra de nadie y superviviente en su aproximación al drama francés en L'Enfer, no tuviera fortuna al rodar en inglés el drama imposible de Triage, con Colin Farrell, Paz Vega y Christopher Lee.

Y como último ejemplo reciente, cabe señalar cómo la sofisticación sensorial y sentimental de Wong Kar Wai en cintas como In the Mood for Love lucía mucho más almibarada y menos sutil ambientada en Estados Unidos en My Blueberry Nights. Mirando a las carreras de maestros incontestables, también existen ejemplos similares que, en cambio, no tuvieron repercusión dentro de filmografías deslumbrantes. Ingmar Bergman no supo traducir con la misma naturalidad la pulsión trágica de Persona o Gritos y susurros al rodar en inglés La carcoma, protagonizada por Elliot Gould y uno de los títulos más denostados del realizador sueco.

Luis Buñuel, capaz de rodar en Francia, México y España con igual genialidad, se pasó al inglés en La joven y una versión sui generis de Robinson Crusoe, dos cintas que no figuran entre las más recordadas del director pero que, en cambio, él sí las tenía especial cariño.

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