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Placeres musicales en la Corte de Arturo

  • 'King Arthur' es una ópera dramática, cercana a veces al oratorio o la cantata, y claro ejemplo de las múltiples variantes que tuvo la ópera primitiva

Cada vez hay que llegar antes para coger sitio en los conciertos del FEX. No es de extrañar la implantación popular que en pocos años ha alcanzado esta extensión gratuita del Festival, pues si en todos los espectáculos que presenta está asegurada al menos la corrección artística, con frecuencia en ellos se alcanza la excelencia. Es lo que sin duda sucedió en el Hospital Real con la presentación de la ópera dramática King Arthur, estrenada en 1691, del inglés Henry Purcell, a cargo de la Coral Polifónica y Orquesta Barroca de la Basílica de San Juan de Dios, acompañadas por unos valiosos solistas vocales y un par de actores insustituibles. Entre todos lograron un concierto con extraordinario empaque artístico, un sonido que nada tiene que envidiar al de los más reputados conjuntos dentro y fuera de aquí, y una propuesta escénico-musical muy bien resuelta, ágil y entretenida.

No es poco dado el punto de origen del concierto, una obra de extraña hechura debida a un compositor no tan popular como merecería. King Arthur es una ópera dramática, cercana a veces al oratorio o la cantata, y claro ejemplo de las múltiples variantes que tuvo la ópera primitiva antes de quedar completamente definida en Italia. Se trata de un espectáculo con números musicales pero cuya acción dramática no se interpreta ni canta, sino que se recita. Los números musicales, acompañados de grandes efectos escénicos, sólo lateralmente tienen que ver con la acción narrada, pues están interpretados por dioses y espíritus, y sirven de pretexto a compositor y libretista para desarrollar géneros típicos de la época renacentista y barroca: batallas, con sus despliegues de percusión y viento, escenas pastoriles, canciones y bailes... Instalar tramoya escénica para el montaje era impensable en el escenario elegido, bastante estrechos estaban ya músicos y cantantes en el pequeño tablado del crucero del Hospital Real, así que todo el peso de la historia recayó sobre dos actores divertidos y muy adecuados al espectáculo, Tete Cobo, también director de escena del montaje, y Ana Ibáñez.

A través de ellos conocemos el argumento de la obra, las batallas entre los británicos liderados por el Rey Arturo y los sajones a las órdenes del enemigo artúrico número uno, el rey Oswald de Kent, que ha secuestrado a la prometida del rey británico la princesa Emmeline de Cornualles, a quien Arturo deberá rescatar. Aunque la verdad es que al público contemporáneo ese argumento, que debió resultar muy interesante en el XVIII, apenas le concierne, porque el principal atractivo estaba en el coro, los músicos y los cantantes solistas. Y los citamos así porque resulta difícil distinguir o destacar especialmente alguno de los aspectos musicales, ya que el conjunto de artistas consigue un sonido empastado y compacto, una gran homogeneidad entre voces e instrumentos, ante lo que resulta embarazoso destacar individualidades.

Versátiles y siempre entonadas la coral y la orquesta que dirige Juan Ignacio Rodrigo, y a la altura los solistas Verónica Plata, Rocío de Frutos, Pablo Martín, Enrique Lacárcel y Francisco Comino. Estupendos también los dos actores y la resolución dramática. Qué grato sabor dejan estos jóvenes artistas, la mayoría ya camino de la profesionalización, estos jóvenes artistas granadinos, pues casi todos los citados son de Granada y aquí han estudiado, lo que deja bastante bien el nivel de la enseñanza musical en esta provincia. Es sin duda la generación mejor preparada de la historia de nuestra música, como reconocía con sus interminables aplausos el público asistente, y el FEX parece un espacio natural para que los que empiezan puedan mostrar su trabajo.

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