Actual

Razón de vida a las puertas de la muerte

  • Matthew McConaughey encarna en 'Dallas Buyers Club' a un enfermo de sida que puso en jaque en los 80 el negocio farmacéutico en EEUU

No hace mucho tiempo, interesarse por los trabajos de Mathew McConaughey habría supuesto una acción tímida y desbancada por los sabiondos que encasillan con demasiada rapidez tanto a actores como a sus admiradores.

Su notable acento texano inunda sus frases y las carga de una naturalidad tal que angustia la simple idea de que un ser humano pueda actuar tan a la ligera a través de acciones tan trascendentes. Esto se explica por sí solo en Killer Joe, El inocente y la reciente y maravillosa Mud, de un director adicto a representar las consecuencias de la vida en todos sus personajes, llamado Jeff Nichols.

Con respecto a Killer Joe, donde Mathew McConaughey interpreta a un enigmático sicario, este actor es capaz de formular el temor y la admiración por partes iguales hacia un personaje grotesco y atemporal, que bien podría haberse sacado de una novela de Cormac McCarthy. La imposición del cúmulo de sensaciones que es capaz de crear el personaje, en este caso, es gracias al actor. Nada ni nadie advierte de lo que es capaz este hombre, ni de cómo actúa o habla. Sin embargo, cuando hace acto de presencia, y el ensombrecido rostro de McConaughey se ceba con la pantalla, no hay nada más que decir. Trata con sus contratantes con frialdad mientras queda prendado de una muchacha que en él despierta nuevas emociones, aunque las comprenda en el acto. Su expresividad bebe directamente del magnetismo de los más grandes (sin comparar, por supuesto). Juega con las miradas como si fueran motosierras; en la misma Killer Joe consigue que su, por momentos apático asesino a sueldo, resulte, para el perplejo espectador, entrañable, cuando la muchacha le anuncia que espera un hijo suyo. Todo en un actor. Todo en un rostro. Hoy día, algo único por el hecho de crear un aura de misticismo alrededor de sus últimos personajes, que poseen tantos matices como algunas de las creaciones de Tennesse Williams.

Ahora, en Dallas Buyers Club, que se estrenó en EEUU el 1 de septiembre y que aún no tiene fecha para su puesta de largo en España, se pone en las (delgadas) pieles de Ron Woodroof, un hombre que a mediados de los años 80 se le pronosticó cerca de un mes de vida cuando se le diagnosticó una fase muy avanzada del sida. A partir de entonces, comenzó a buscar medicamentos que pudieran alargar su vida o mejorarla, rompiendo las fronteras de EEUU ( puesto que la mayoría no habían sido aprobados) y buscándolos en México o importándolas desde Japón. Lo más curioso es que a través de estas actividades consideradas ilegales por el gobierno norteamericano, de Woodroof surgió la empatía y la necesidad de ofrecer sus productos a todos los que padecieran la enfermedad. Aunque al principio las relaciones con la policía fueron tensas, pasados unos años el FBI comenzó a hacer la vista gorda, obviamente, porque la importación de medicamentos contra el sida no les preocupaba tanto como el narcotráfico. El Club de compradores de Dallas llegó a tener cerca de 580 miembros, y el mes de vida dado a Woodroof se convirtió en casi seis años.

Hollywood se ha interesado por este melodrama hasta el punto de echar toda la carne al asador. McConaughey, que ha adelgazado casi 26 kilos para la película, encarna a un vividor, un mujeriego, un ser al que nada importa mientras mantiene a raya los vicios que le siguen dando las ganas de vivir. Cuando todo su mundo se ve comprometido por su inconsciencia, su humanidad se ve reflejada como catarsis por su cercanía a la muerte. Puede o no arrepentirse de haber vivido en una burbuja, pero por lo menos intenta enmendarlo, con respecto a él y con respecto a los demás. En definitiva, una historia sobre una vida sin motivaciones hasta que a esa vida se le pone fecha de caducidad. En Solaris, del maestro Andrei Tarkovsky, se propuso que el amor se infundaba hacia aquello que uno temía perder, y que no saber cuando vas a morir hace que la vida, en cierto modo, tienda al infinito. Efectivamente, aquí se demuestra la genuina faz de un actor casi sepultado por su trayectoria inicial. A estas alturas, solo cabe que el texano sea capaz de sorprender todavía más a un público que tiene en el bolsillo desde que adoptó un solemne registro sin abandonar los territorios de la naturalidad. Podría decirse que casi tiene al gran teatro del cine a sus pies.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios