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Rosaura Álvarez abre las puertas de su 'Paraíso Cerrado'

"Cuando Rosaura, amiga y pintora, me mostraba en su estudio -uno de los sitios más hermosos de la Granada de siempre- la obra que en su actual muestra expone, cada cuadro que reposaba ante mis ojos me impregnaba de un inefable misterio". Son palabras de José Hernández Quero sobre el Paraíso cerrado de la artista granadina Rosaura Álvarez, que ayer abrió sus puertas en la galería Cartel. "Una Granada inédita, trascendida en puro arte, sin la más mínima concepción efectista. Su luz escultural, extática, nos propone una vibración de esencialidad puramente mística. La austeridad delicadísima del color, el sopesado equilibrio de su composición geométrica, nos lleva a perdernos de lo meramente paisajístico para internarnos en una arquitectura interior, anímica", continúa Hernández Quero sobre una exposición "donde sólo la intuición puede ser fuente de conocimiento". Por su parte, José A. González Núñez sostiene que "los paisajes del alma de su singular Paraíso son iconos y, por eso, manifiestan la glorificación que su artífice eleva a la perfección del misterio cósmico, cuyo atributo es la luz". En su opinión, "si se comparan estos iconos del paraíso rosauriano con los de pintores granadinos que la precedieron y que han representado el Albaicín, entorno gestor de sus vistas transfiguradas, percibimos la enorme distancia entre estas y las pinturas que José Guerrero, Manuel Rivera o Manuel Ángeles Ortiz dedicaron al mismo tema. Para el autor, "hallamos la idea que Rosaura parafrasea y eleva a una dimensión trascendente en algunas de sus composiciones, frenando esa impresión con el uso de la perspectiva invertida y con los suaves contrastes de matices y texturas del blanco, para mostrar la visión espiritual de su alma en deleitable sosiego".

Y en su aproximación a la estética de la artista, González Núñez dice que, "en la poderosa sustancia de sus muros albos se elimina el claroscuro y el relieve con sombras, inexistentes en el espacio atemporal del día eterno, sin posible ocaso ni tinieblas; la profundidad de este recóndito espacio del alma se logra con el continuo cambio de matices en el color dominante, el blanco, 'calmo color, calor de cielo', que sintetiza y engloba en sí toda la gama del espectro luminoso y manifiesta la unidad y perfección de las nadas en su estéresis: el fútil espacio de la creación divina . Por último, en cuando a la matizada luminosidad del Paraíso de Rosaura Álvarez, concluye que "la luz irradia desde la misma materia que conforma los cuadros, alumbrando el armónico espacio en sustitución del foco ausente".

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