Actual

Secreto de confesión

Lugar: Teatro Alhambra. Fecha: sábado 28 de octubre de 2010. Aforo: 70 personas.

El tono confesional del concierto programado en el Teatro Alhambra para la noche de un sábado no justifica una respuesta tan discreta por parte del respetable. Tal vez una escasa o errada difusión, algo no infrecuente en la oferta musical del teatro de titularidad autonómica, pueda servir de excusa. O tal vez no. Ya se sabe que el éxito tiene muchos padres mientras que el fracaso siempre es huérfano, y las causas que lo explican son inciertas.

Así pues dos cantantes de apellido hispano que se expresan en inglés y de pasado punk, aunque uno más reciente que otro, formaban un cartel que merecía más atención. Dani Lamas, líder de los jerezanos G.A.S. Drummers, ha demostrado sobradamente su capacidad para inventar melodías híper vitaminadas al frente de su banda, una de las que con más credibilidad ha practicado el rock alternativo y el punk rock de escuela americana en nuestro país. Con la publicación el pasado año de su debut en solitario, Speaking thru the others, donde paradójicamente da salida a sus composiciones más íntimas, también dejó clara su habilidad para los tonos más serenos y su facilidad para las melodías de distancias cortas. En clave de folk-pop, interpretó los temas de su álbum, junto a algún inédito y una versión de la exquisita Pouring water on a drawning man, un éxito del 66 a cargo de James Carr, uno de los más finos estilistas del soul sureño. Una elección de las que dejan constancia de bagaje musical.

Tras él tomó el relevo Damien Jurado. Más encogido que sentado sobre una diminuta silla, el tímido patológico esparció en el suelo los arrugados papeles donde lleva las letras de sus canciones y aferrado a su guitarra desgranó con su voz arenosa el repertorio escogido para la noche. En su anterior visita de hace poco más de año, en ese mismo lugar y con idéntica actitud, abrió ante un teatro lleno para Lambchop. Entonces, tal vez consciente de que la mayoría esperaban a Kurt Wagner y los suyos, se justificó diciendo que tocaba canciones tristes. "He intentado hacerlas alegres pero no ha funcionado". Cualquiera que haya escuchado Gillian was a horse se da cuenta de que se infravalora, pero el sábado él era el nombre principal y no había que justificar nada. Así que alternando los temas de su reciente Saint Barlett con alguno anterior, se dispuso a glosar la inquietante crónica del fracaso emocional que es su obra, esas pequeñas joyas de folk-pop indolente, textos sutiles de una destreza poética inusual aún más sombríos desde el divorcio. Una lacerante crónica del propio fracaso, con estampas de crudeza pornográfica. Los secretos más amargos no se dulcifican cuando uno se confiesa.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios