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Tango a media luz

Primera bailarina fundadora: Eleonora Cassano. Programa: Tangos de burdel, salón y calle. Música: Orquesta China Cruel. Cantante: Karine Levine. Director: Raúl Candal. Lugar: Jardines del Generalife. Fecha: 7 de julio. Aforo: Casi lleno.

El tango, como dije en las páginas de este periódico el pasado día 24, donde hice un repaso de su historia y de su vivencia -El corazón del Tango, era su título-, está omnipresente en esta edición del Festival, dedicado, principalmente, a las músicas y músicos de Iberoamérica. Hemos escuchado, en la voz de Zapata los que cantaba Gardel; en la orquesta de México, los sinfónicos de Astor Piazzolla; en el recital de Miguel Poveda y Rodolfo Mederos, la fusión con el flamenco. Y como era natural, para completar el ciclo, el tango auténtico -los de burdel, salón y calle-, en la música, el cante y el baile traído por la Fundación Julio Bocca y el Ballet Argentino, de la mano de su primera bailarina y fundadora Eleonora Cassano.

Y digo tango auténtico, porque es el real bailado con tacones, ellas, no sublimizado en coreografías alambicadas, aunque los bailarines denoten su alta escuela clásica y su especialidad. Era lo que hacía el genial Julio Bocca, que además de ser uno de los más grandes bailarines clásicos, realizaba coreografías, que él bailaba personalmente, sobre el tango. De estas enseñanzas surge esta agrupación. Tango puro, de burdel, que es donde se desarrolló, en aquél híbrido de culturas e influencias, como decía Sábato, "producto de una movilización humana gigantesca", resultado de la inmigración a las ciudades porteñas de Río de Plata, donde no sólo convivían los aborígenes, sino los que llegaban de Cuba, Italia, el sur de España y hasta alemanes. Esa fusión, portuaria y arrabalera, tendría en los burdeles su lugar de encuentro y haría posible una música que luego se extendería a los salones y acabaría interesando a los compositores más ambiciosos, como sería Astor Piazzolla.

Esta trayectoria la trazó el Ballet Argentino con lealtad a lo que es: música y baile popular, corazón del alma porteña, sin excesos coreográficos -los imprescindibles- que desvirtúen sus raíces y su sentido. Así que, salvo algunas grabaciones demasiado estridentes, la Orquesta China Cruel, con cinco excelentes instrumentistas -el violín de Valeria Collante, la guitarra de Juan Padilla, el piano de Verónica Bellini, el contrabajo, con percance, de Carolina Casal y el bandoneón de Nicolás Enrich- y una cantante, Karina Levine, de quebrada voz tanguera, fueron el hilo conductor de un espectáculo grato, en su pureza popular, donde la calidad de los bailarines y su fuerza de comunicación atrajeron al público, aunque a base de repetir esquemas, como no podía ser de otra forma.

La compañía hizo un recorrido histórico. La escena primera, que fecharon en 1860, con el nacimiento del tango, con sones de distintos folclores de los inmigrantes que luego se incorporarían a esa música. Después, los burdeles, donde el acercamiento físico de los cuerpos hace del tango un preludio sensual de amor o de tragedia (1900-1920). O en 1930, cuando el tango asalta los salones, acostumbrados al vals o el charleston. Sin olvidar la decadencia (1940-1970), donde es desplazado por el rock, el twist o la balada pop. Para recobrar su fuerza y vigencia, posteriormente, en 1980 hasta el 2010, cuando Astor Piazzolla, contra los más puristas, eleva el tango a la categoría sinfónica y las nuevas generaciones vuelvan a mirarse en sus raíces.

Quizá haya faltado en este recorrido histórico, referencias más directas a quién más universalizó el tango, como Carlos Gardel. Pero, en general, el espectáculo, en su tono menor con discreta trascendencia coreográfica, pero directo como autenticidad de la manera de interpretarlo, sobre todo en el baile, fue grato, aunque repetitivo. No duró demasiado la representación -89 minutos-, en medio de un vendaval que hacía temer lo peor, donde hay que elogiar a bailarines como la propia Eleonora Cassano, María Soledad Buss, Georgina Giovanni, Julieta Gross, Anaia Morales, César Enrique Peral, Gabriel Ponce, Gonzalo Rivero, Ricardo Sabbatini y Julio Zurita.

Creo que hemos terminado con el lado más popular de la música en el Festival, con su homenaje al tango que, al fin y al cabo, como el flamenco, es el corazón universal de un pueblo. Hoy, declarado Patrimonio de la Humanidad.

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