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Terrence Malick y las raíces del viejo mundo

  • Una revisión de la filmografía del director ante el próximo estreno en la Berlinale de su filme 'Knight of cups'

En la obra de Malick destaca siempre una posición aleccionadora; a través de ella, quiere mostrar que hay algo en su cine presente en la realidad. Él sólo allana con sus reflexiones un terreno que ya existe, la tierra y la vida como filosofía. Habla de sonidos que ya estaban, ahora enfocados al oído, pero claro, Malick siempre se ha explayado más en la elegancia visual de la naturaleza, estrofas en forma de paisajes, siempre emocionantes. Describe la duda como realmente es, un enfrentamiento entre dos verdades, ambas nuestras y eternas. Admite que no hay resolución posible, es decir, no se trata de una pregunta con respuesta, sino un dilema con consecuencias. En esto último es en lo que ha ido centrando sus últimas películas, probablemente desde El nuevo mundo hasta To the wonder. En medio, estaría El árbol de la vida, la tragedia y el drama vitalista, que casi surge de las ganas de crear algo que hable en nombre del pasado, el presente y el futuro a través de un factor común, una especie de nexo con el mundo.

En El nuevo mundo, es a través de los actos de los personajes con los que se determina la consistencia de sus universos. Un sublime Colin Farrell encuentra su razón de ser en el amor. Su forma de actuar se tambalea entre distintas oscuridades, para al final admitir que solo muere lo que se olvida. A partir de El árbol de la vida, cinta que devolvió a Malick a los ojos del público, ya fuera por contar con el respaldo de Cannes o por un actor en vías de crecimiento interpretativo como Brad Pitt, se comienza a notar cierta predilección por que los personajes dejen de actuar en favor de sus pensamientos. También es cierto que en esta película se trata de dibujar más a los dos padres, el severo y realista lado paterno, y el abierto sendero materno. Pese a que tienen sus rasgos definitorios, es bueno que Malick no los conciba como estándares, porque si algo caracteriza a ambos personajes (interpretados por Jessica Chastain y Brad Pitt), es su imperfección. Y además, está muy evidenciada; los dos han asimilado el control de algo que no deja de escapar de sus manos. Ambos se han sentido niños en un momento de sus vidas, y ahora surge la indecisión sobre cómo tratar a sus hijos, lo que vendría a ser tratarse a si mismos. Aquí Malick vuelve al terreno de la duda, y el mayor acierto es no resolverla. El personaje más discutido de la cinta, el de Sean Penn, la versión adulta de uno de los hijos de la pareja, vendría a ser la consecuencia, cuando entiende, a través de la pérdida, los caminos que se le ofrecieron, los que tomó, y lo más triste, los que no. Los niños corretean por los jardines, ajenos a todo, y los padres, estáticos en sus realidades, observan y piensan. Malick le ofrece al espectador esos pensamientos, contradictorios unos con otros, claro, pero porque al fin y al cabo está recreando un dilema.

To the wonder era el esperado regreso del director después de la habitual sequía que acompaña a sus longevas post-producciones, y al mismo tiempo, se ha convertido en su cinta más dilapidada. Comprensible desde el prisma que analiza su estilo como algo presente, pero aquí tal vez algo más evidente y obvio; menos inteligente. Tal vez sea su película menos pretenciosa, más que nada porque el tema del amor ya lo ha tratado antes. En Malick existe una predilección por el pasado analógico, por comprobar que el ser humano se emocionaba, surgiendo así una tendencia a no recrear la actualidad porque no se puede entender si no se entiende lo que hay detrás. Y aunque To the wonder no esté localizada en una época exacta, es la que más se aproxima al panorama contemporáneo. Las emociones se han desgastado, se define como amor cualquier término que tenga algo en común con él... Desde este punto de vista, la película brilla por sí sola; habla del amor como síntoma del ser humano, tanto positivo como negativo.

El mejor personaje de To the Wonder es el de Olga Kurylenko, por ser el más ignorante. Es el contrapunto a la madurez en el amor, en la película inexistente, y en la realidad, por lo menos, es cuestionable. De hecho, aquí se trata el romance desde varias facetas de la inmadurez. Los personajes son toscos, parcos en palabras, lo que los hace, desgraciadamente, muy actuales. Se llega incluso a rozar la idea de que el amor surge como necesidad y no como emoción, y así se construye la que es la película más cínica del director texano, no por ello alejada de la realidad.

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