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Thalia Zedek, aflicción

Lugar: Teatro Isidoro Máiquez. Fecha: jueves, 4 de marzo de 2010. Aforo: media entrada.

Desde la separación definitiva en 1999 de Come, el grupo que el ex-Codeine Chris Brokaw compartía con Thalia Zedek, la cantante y guitarrista de Washington D.C. ha publicado tres discos en solitario, el último de los cuales, Liars and Prayers (2008), presentó en concierto en Granada, tardíamente, en el marco del ciclo musical estable Fonorama.

Con el acompañamiento de Winston Braman, al bajo; Mel Lederman, al piano; David Curry, a la viola; y Daniel Coughlin, a la batería; Thalia Zedek nos condujo, a través de las sendas del sufrimiento físico y la pesadumbre moral por las que discurre su cancionero, hasta el borde del abismo de lo inconveniente, de lo inmoral. Desde allí nos ofreció, áspera y próxima a un tiempo, un repertorio compuesto en su mayor parte por las canciones de Liars and Prayers, que fue completado con lo mejor de sus anteriores discos: Trust not those in whom without some touch of madness (2004), del que sonaron más vibrantes que en la grabación Brother y Virginia; y, su debut en solitario, Been here and gone (2001), con una impecable 1926.

Parajes sonoros antes transitados por la Velvet Underground, Patti Smith, o Leonard Cohen, a quien Zedek homenajeó en 2001 grabando una excelente versión de Dance me to the end of love, son recorridos por Thalia y su grupo sobre patrones rítmicos heredados del emocore, sin rastro de folk ortodoxo ni de los dejes blues que se le atribuyen en su faceta de guitarrista. Su principal virtud es la perfecta adecuación entre lo que se dice y la manera en que se dice: cadencias de tono sombrío rotas por cambios de ritmo y estallidos de furia son la fiel traducción musical de los trastornos de la normalidad de la vida colectiva que describen las letras de unas canciones tan sobradas de coherencia como, mi mayor objeción a la propuesta de la Thalia Zedek Band, de monotonía.

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