Cuentan que el germen del grupo surgió en el probador de señoras de una tienda de ropa vintage. Allí, vete tú a saber que clase de perversiones habrán imaginado los más fetichistas, fue donde se encontraron James Hoare, guitarrista y cantante de Veronica Falls, y el músico argentino afincado en Londres Max Clapps. Si es verdad su relato, allí se conocieron mientras la novia de uno de ellos se probaba unas cuantas prendas, y conociendo la espiral de indecisiones en que puede entrar una chica trendy en tal situación, tuvieron tiempo de comprobar su común devoción por los más preciosistas grupos de los sesenta, Love, The Beach Boys, The Left Banke o The Velvet Underground, y de proyectar su propia banda para dar salida a esos gustos comunes.

El caso es que debido a la apretada agenda de Hoare con Veronica Falls, no sería hasta 2010 cuando finalmente, y después de reclutar a los músicos necesarios para formar el grupo, The Proper Ornaments (nombre que toman prestado de una canción de The Free Design, grupo de culto de la psicodelia neoyorquina) editaran su primer single, Recalling. El sencillo, así como un ep homónimo con cinco temas editado al año siguiente por el sello No Pain In Pop, y otro single más, Waiting for the Summer, que vio la luz en 2013 de la mano de Lo Recordings, consiguió que su cautivadora mezcla de psicodelia amable, llena de armonías vocales y guitarras de doce cuerdas, de shoegaze, de pop naif escuela Sarah Records y de indie pop de tradición británica enamorara a miles de amantes de pop underground de todo el mundo, convirtiéndose en un tesoro oculto para buscadores de perlas.

Y claro, estos tesoros no pueden permanecer demasiado tiempo sin que el radar de alguna compañía los detecte. De modo que el pasado verano se publicó su primer álbum, Wooden Head, por Fortuna Pop en el Reino Unido y por Slumberland en los Estados Unidos. Así es como llegamos hasta aquí, después de casi cinco años de trayectoria por el submundo pop, The Proper Ornaments parecen dispuestos a comerse el mundo con sus irresistibles armonías vocales, canciones de tono melancólico y un toque ruidista compatible con ácidas guitarras jingle-jangle. Una exquisitez que tendrá que luchar contra los elementos, pues esta noche, mientras el resto de la ciudad se embriaga en la feria, los raros a los que no seducen nuestras rancias tradiciones tienen la posibilidad de refugiarse y soñar otros mundos en el sótano de Planta Baja.