rafael juárez. poeta y gerente de la fundación ayala

"Todas las preguntas y todas las respuestas proceden de la familia"

  • El autor presenta esta tarde en la librería Picasso 'Una conversación en la penumbra' (Renacimiento)

-Para esta antología recoge sus cinco libros publicados hasta ahora. En un autor que no es lo que se dice prolífico, llama la atención que haya dejado fuera su primera publicación, 'Otra casa'. ¿Por qué?

-La supresión es un principio poético, o estético, si quiere, que aplica el tiempo inexorablemente, así que está bien que el autor trabaje a favor del tiempo y le ayude a podar las ramas muertas. Para eso se hace una antología, para elegir; me sentí renovado cuando eliminé de mi obra los poemas anteriores a 1987.

-¿Con quién conversa Rafael Juárez en este libro? ¿Quizás con todos los Rafa Juárez que ha sido usted a lo largo de su vida?

-La poesía tiene mucho de conversación con el lector; el poema no recobra la vida hasta que no es recibido por quien lo lee, por quien lo reactiva. Además, el autor es generalmente el primer lector del poema cuando lo escribe, porque la poesía es también una conversación con todos los poemas -con todos los discursos de cualquier género- anteriores, a los que la memoria actualiza. Pero el título de la antología, Una conversación en la penumbra, tiene un carácter más personal: aparece después de la muerte de mis padres y contiene un poema en el que se admite la imposibilidad de hablar con ellos, de mantener con ellos una conversación en la penumbra -el título es un verso del poeta cubano Eliseo Diego-, en la penumbra de la distancia.

-¿Con qué se ha encontrado al revisar su vida poética para la antología?

-Me he encontrado con la extraña felicidad de haber hecho lo que quería hacer, aunque sin saber que era lo que quería hacer cuando lo estaba haciendo. Y con la amargura que cualquiera siente cuando ve que ya ha hecho casi todo lo que podía y resulta ser una ínfima parte de lo que podría haber hecho.

-¿Es capaz todavía de asociar cada poema con la situación o el ambiente que lo originó?

-Uno se da por satisfecho si entiende lo que escribió hace treinta años; a partir de ahí, lo que no se recuerda, se inventa; por eso digo que solo siento vivos aquellos poemas de los que puedo recordar cuándo los escribí. Y sí, mis poemas están hechos, si se me permite el juego con el título de Lorca, de impresiones y paisajes.

-'Lo que vale una vida' es un soneto meditativo en versos alejandrinos. Se hace difícil pensar que, como ha confesado, lo escribió en una piscina comunitaria entre chapuzón y chapuzón...

-Creo recordar que fue así, aunque es posible que me lo haya inventado para desprestigiarlo; el personaje de Lo que vale una vida me persigue y me suplanta, pero eso es asunto mío.

-Sus dos primeras referencias fueron Pablo Neruda y Antonio Machado. Después vendrían muchos más pero, ¿cuál es el poeta al que relee con más frecuencia?

-A Neruda lo releo ocasionalmente; por ejemplo, estos días he vuelto sobre sus poemas de Isla Negra, después de visitar la exposición en el Centro José Guerrero del fotógrafo Sergio Larraín. Los versos de Machado se grabaron en mi memoria y en mi conciencia, siempre van conmigo. En los últimos meses leo a diario a Cavafis, con motivo de una nueva traducción de su obra en Pre-Textos; lo leí en los años setenta, pero solo ahora atisbo la profundidad cultural de su poesía, y me tiene fascinado.

-Hablar del tiempo desemboca, normalmente, en la pérdida. Sin embargo, rehusa el término perdedor, que hoy en día es casi un piropo. ¿Dónde pone la línea para delimitar ambas cosas?

-Para contestar, voy a hacer una cita inusual en este tipo de entrevistas. Recomiendo oír en el espacio radiofónico de la SER Las noches de Ortega el programa Una escritora delincuente, que se emitió en noviembre pasado. Juan Carlos Ortega es un fino humorista y el programa una parodia de tanto personaje literario que se apunta al antes muerto que sencillo. La línea que no se puede perder es la de la ironía hacia uno mismo; esa sí que es una tremenda pérdida.

-¿Se puede ser voyeur de uno mismo?

-Sí, hasta tres veces al día; por lo común, después de las comidas principales.

-La familia ocupa un espacio importante en su poesía. ¿Qué preguntas y qué respuestas encuentra en este ámbito?

-Por seguir con el humor: para contestar a esa pregunta tendría que tumbarme, y no tengo un diván a mano. Ya en serio: como creo que le sucede a muchas personas, mis relaciones con el mundo, con el conjunto de la realidad, con todos los demás, son un reflejo de mis relaciones familiares, así que todas las preguntas y todas las respuestas proceden de la familia. En cierta forma, esto le da un carácter social a la poesía de apariencia más íntima.

-Como curiosidad, dice que acude con bastante frecuencia al diccionario Covarrubias del siglo XVII, que hace unas definiciones muy particulares y sui géneris. ¿Lo hace como un explorador de la lengua?

-Lo hago sobre todo porque son definiciones muy sabrosas, que reflejan la pujanza de la mejor literatura que se ha escrito en nuestra lengua.

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