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"Todavía estoy a la mitad del camino, y espero meter algún gol"

  • El malagueño vivo más universal da cuenta del rodaje de 'La piel que habito' junto a Pedro Almodóvar, desgrana algunas claves íntimas de su oficio e informa sobre sus proyectos inmediatos: tan cerca, tan lejos

Para la conversación, Antonio Banderas (Málaga, 1960) adopta el registro del amateur dispuesto a hacer de su profesión aprendizaje. A pesar de que La piel que habito ha supuesto su reencuentro con Pedro Almodóvar 21 años después, hay poca nostalgia en sus palabras. Sí abunda, en cambio, la complicidad tocada de humor que corona a quienes tienen la conciencia tranquila y dan lo mejor de sí mismos.

-¿En qué medida ha crecido usted como actor en La piel que habito, dada la radical limitación de registros que le impuso Almodóvar?

-Una cosa ha venido ligada a la otra. Almodóvar me puso en una tesitura que no he practicado mucho estos últimos años. Durante los ensayos que hicimos en su casa, antes del rodaje, mi tendencia era la de enseñar determinados músculos interpretativos. Pero él me hizo ver que la narrativa que estaba en juego era bastante más compleja, por lo que correspondía trabajar hacia la economía de medios y la austeridad. Para ello había una razón formal: que el público viera la película como una pantalla en blanco, que no pudiera adivinar el siguiente paso. Un poco como la decisión que tomó Ridley Scott en Alien al no mostrar apenas al monstruo, logrando así que el espectador se sintiera más vulnerable. También había una razón de contenido, ya que Pedro quería un tipo de psicópata que se mezcla bien en la sociedad, del que tras su muerte todo el mundo afirma que parecía una buena persona, que iba a misa los domingos. Esta dicotomía exigía esas limitaciones.

-¿Tuvo presente algún modelo a la hora de adoptar ese registro de cara de palo? En algunas escenas parece evocar a Robert Mitchum, incluso a Christopher Lee.

-No, no he seguido ningún magisterio. Almodóvar sólo nos pasó una película para que la tuviéramos en cuenta, El círculo rojo, de Jean-Pierre Melville. Con ella quería indicarnos cómo debíamos trabajar desde la nada, aunque la verdad es que tampoco la recordé mucho durante el rodaje. Es cierto que en los años 40 abundaban actores como los que mencionas, Mitchum e incluso Humphrey Bogart, a los que no les hacía falta un registro muy amplio para convencer. La diferencia es que ellos tenían textos maravillosos y contaban con equipos de guionistas en los que trabajaba gente como Truman Capote, así que imagínate, el texto era con mucho lo más importante de la película. Todo eso se ha perdido, hoy los textos ni son tan brillantes ni pesan tanto. Yo, por mi parte, ni siquiera mantuve durante el rodaje un marco amplio de la película: me centraba en cada escena y me esforzaba en parecer un médico de familia. Quería subrayar esa desafección moral, en su juego de Dios mi personaje no tenía conciencia de que estuviera cometiendo un delito. Incluso estaba seguro de que el personaje que interpreta Elena Anaya debía estarle agradecida.

-Almodóvar ha vuelto a contar con usted 21 años después de ¡Átame! para hacer otra vez de secuestrador. ¿No se ha preguntado qué idea tendrá él de usted realmente?

-Pues ayer mismo estuvimos hablando de eso. Todos los personajes que he interpretado para él tienen algún handicap. El de Laberinto de pasiones tenía una habilidad rara, era capaz de oler desde muy lejos, casi como un animal. El de La ley del deseo tenía mucho de psicópata, y para interpretar el más convencional, el de Mujeres al borde de un ataque de nervios, Pedro me pidió que le añadiera la tartamudez. El personaje de La piel que habito encaja bastante bien en la galería.

-¿Ha cambiado mucho la manera de dirigir de Almodóvar?

-No. Si acaso se ha agudizado, se ha perfilado. Pero sigue detestando los trucos. No le gustan los actores que vienen de casa con el trabajo hecho, con el oficio metido en la maleta. Él prefiere la desnudez casi absoluta, lo que puede llegar a ser muy doloroso. Quiere a sus actores siempre crudos. Le gusta manipularlos, conducirlos a situaciones difíciles para obtener resultados que ni los mismos actores esperan. Me ocurrió a mí mismo con La piel que habito, cuando vi la película me pareció sorprendente lo que logró hacer con mi interpretación. Eso, de hecho, me mueve a reflexionar aún más sobre mi profesión.

-¿Le brindó usted algún consejo?

-Almodóvar no es precisamente un director que se incline a escuchar consejos de sus actores. Una vez desarrollé un método para meterle ideas en la cabeza sin que se diera cuenta, pero cometí la torpeza de contarlo a la prensa, así que desde entonces no funciona.

-¿Y usted, ha aprendido algo de él como director en este rodaje?

-Seguramente, pero no de forma consciente. Pretender imitar a un director de la personalidad de Pedro Almodóvar sería una tontería. Cada director debe encontrar la suya propia. Dirigir una película tiene que ser un ejercicio de honestidad, así que no resulta recomendable apoyarte de forma consciente en otros, por más que, inevitablemente, adquieras elementos ajenos. Nadie empieza de cero.

-En una entrevista reciente dijo que harán falta veinte años para asumir una película como La piel que habito. Pero, ¿cree realmente que, en la actual coyuntura de la industria y con una revolución tecnológica cada semana, es posible que un filme tenga tanto alcance?

-Aquella declaración que hice se refería en realidad a las películas que hicimos Pedro y yo en los 80. En su momento originaron mucho escándalo, levantaron ampollas y hoy son consideradas clásicos del cine español. Pero lo cierto es que Almodóvar nunca ha generado mucho consenso. Esta última película ha tenido una gran acogida en Francia, en Estados Unidos y en Inglaterra, mientras que en España la crítica ha transitado desde los altares hasta la crucifixión. Pero eso, en Almodóvar, es la normalidad.

-En aquellas películas de los 80 traspasaron ciertos límites para poder significar en una época muy confusa. ¿Qué límites habría que traspasar hoy para decir algo?

-Es difícil para mí reflexionar sobre eso. Ten en cuenta que estoy muy intoxicado, mi primera experiencia como espectador suele darse cuando me dispongo a leer el guión de mi próxima película. En el caso de La piel que habito me sorprendió sobre todo el uso del tiempo, el modo en que la narración se convierte en contenido. La primera parte es una continua formulación de preguntas, y en la segunda se van resolviendo todos los hilos a modo de u-turn, revelando las sorpresas que encierra la propia historia. Es un procedimiento arriesgado, pero, en términos de modernidad, a la vez es muy auténtico. Así que intuyo que lo de la superación de límites tiene hoy más que ver con cómo se cuenta una historia.

-¿Llegó a sentirse en el rodaje como un actor americano olisqueando en el cine europeo, cual Harvey Keitel en La mirada de Ulises?

-No. A Pedro no le gustan mucho el star system ni los actores norteamericanos. Cree que son demasiado dueños de sí mismos y que se toman muchas libertades. En ese sentido es un realizador muy, muy europeo. Cuando en este rodaje quería hacerme ver que una escena mía no le había gustado, me decía "demasiado americano, Antonio, demasiado americano".

-Un profesor de la Escuela de Arte Dramático de Málaga del que usted fue alumno asegura que nadie que no viera a Antonio Banderas hacer el Julio César de Shakespeare en el Teatro Romano, allá a finales de los 70, puede hacerse una idea completa de lo gran actor que es. ¿Comparte usted esta apreciación?

-De lo que sí estoy seguro es de que soy actor por el teatro. El cine se cruzó en mi vida a través de un accidente llamado Pedro Almodóvar. Pero lo más importante para mí como actor, y soy consciente de lo que digo, es el teatro. Es como una amante que se tiene abandonada demasiado tiempo y a la que se desea volver. El teatro tiene un valor único, el de lo efímero, el de la singularidad de cada función. Nunca una representación es igual a otra, ni la reacción del público. Por algo se trata de un arte que se mantiene vivo después de 3.000 años. Claro que echo mucho de menos aquellos años del Teatro Romano, pero he ganado otras cosas a cambio, sobre todo experiencia y oficio, la posibilidad de aprender de los directores con los que he trabajado. En realidad, soy un cincuentón. Todavía estoy a la mitad del camino, y espero meter algún gol.

-¿Sería un buen gol volver a actuar en el Teatro Romano? ¿Ha recibido alguna propuesta, ahora que parece que se va a recuperar el uso escénico del yacimiento?

-No he recibido ninguna propuesta, pero desde luego estaría encantado de actuar en el Teatro Romano de Málaga y en cualquier otro escenario. El año pasado nos embarcamos en el proyecto de llevar el musical Zorba a Broadway, y espero que podamos representarlo pronto. El problema es que cualquier iniciativa teatral requiere un año como mínimo de dedicación absoluta, y actualmente ando metido en muchos proyectos como productor a través de Green Moon de los que no me puedo desentender. Este año hemos alcanzado un acuerdo muy importante con otras dos productoras, Vértice 360 y Quinta Communications, para hacer la primera película de un joven director español, Gabe Ibáñez, que se titulará Autómata y que protagonizaré yo mismo. También esperamos poner en marcha mi próximo rodaje como director, y algunos otros proyectos que yo llamo de cine pobre, con poco presupuesto, para lanzar a nuevos directores.

-Con respecto a su próximo filme como director, ¿rodará finalmente Solo, su anunciado proyecto de ciencia-ficción, en Málaga?

-Sí. Si Solo se rodará en Málaga. Es una ciudad ideal para reproducir cualquier época.

-En los últimos años ha crecido el debate sobre la posición que ocupan las series de televisión en el hueco que dejó el cine independiente de los 90. Creo que también tiene algún proyecto al respecto.

-Sí. Ante todo, tengo que decir que sigo creyendo en el cine independiente. Melanie Griffith acaba de rodar con Nick Cassavettes una película con un presupuesto realmente bajo, y yo he podido participar, aunque haya sido sólo con unas escenas, en el nuevo filme del equipo de Little Miss Sunshine. Pero lo que dices de la televisión es cierto, de hecho Hollywood está tirando cada vez más del tirón artístico de este fenómeno. Esta misma semana Lifetime ha dado luz verde al guión de una serie en el que hemos trabajado con Erik Jendresen, que también ha escrito el de Solo. Se titulará Neurastenia y la protagonizará también Melanie Griffith. Ahora buscamos director para el episodio piloto.

-Hace muchos años Francis Ford Coppola afirmó que soñaba con el día en que cualquiera pudiera coger su cámara y rodar sus propias películas. Ese sueño ya se ha cumplido, pero, ¿puede la accesibilidad acabar con el cine?

-Es cierto que el cine ha sufrido una democratización profunda, pero muchas expectativas que había puestas no se han cumplido, seguramente porque hacer películas no es tan fácil. Lo que está ocurriendo forma parte de algo mucho más grande que afecta a la política y al arte. Todo está cambiando. Y sólo el tiempo nos dará la respuesta. Lo único que no cambiará es el teatro. Te lo garantizo.

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