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Tormenta, tormento

  • Scott Matthew publica su nuevo disco con canciones henchidas de dolor y melancolía al estilo Rufus Wainwright

Para comentar este disco lo primero que hay que hacer es recortar su título, pues su nombre completo es There is an ocean that divides and with my longing I can charge it with a voltage that's so violent to cross it could mean death. Y no es en lo único en lo que se muestra excesivo Scott Matthew. Para los que aún no lo conozcan, sepan que, aunque australiano de origen, reside en Brooklyn, el barrio cool de Nueva York, y que hasta ahora, después de militar en diversas bandas, había publicado en 2002 un disco bajo el nombre de Elva Show realizado a medias con Spencer Cobrin, miembro del grupo de acompañamiento de Morrissey, y, sobre todo, varias bandas sonoras hasta llegar a la de Shortbus, la galardonada cinta de John Cameron Mitchell, en la que llamaron la atención las cuatro canciones que colocó, y que sirvieron de base y de estímulo para lo que sería su debut homónimo, que vio la luz el año pasado. Desde entonces las cosas le han ido muy bien a este barbudo atormentado y con la continuación, que es este LP cuyo nombre debe aspirar al Récord Guiness, ha llamado la atención en medio mundo y los elogios no han parado de crecer. Los nombres de David Bowie, Antony & The Johnsons, Baby Dee, Scott Walker o Rufus Wainwright florecen inevitablemente en las reseñas de sus discos. Y ciertamente los aficionados al drama pop están de enhorabuena con estas canciones henchidas de dolor y de poética. Las melodías se alimentan de un sentimiento melancólico que derrama sobre el piano los sollozos de un corazón malherido. En ese terreno el disco es grandioso. Y supone un crecimiento indudable sobre el anterior. Si entonces la negrura inundaba un álbum que tal vez por timidez o pudor se revestía de folk, en esta ocasión Matthew se ha desatado. Además de abrir alguna ventana que le aporta el matiz del claroscuro, el australiano le imprime una musicalidad personal a través de la cual se vislumbra una senda muy personal. Es verdad que hay mucho drama hipnótico para dar cobijo a la pena inconsolable, pero la riqueza instrumental que consigue con las cuerdas, el piano, algunos vientos, un poco de cacharrería y hasta el viejo sonido del ukelele, abren una vía por la que se cuela una brillantez melódica que eleva el conjunto a una catagría expresiva reservada a unos pocos. De modo que todo parece indicar que estamos ante la próxima sensación de la música intensa. Atento porque en otoño se anuncia gira por España. Y todavía será posible verlo de cerca.

Scott Matthew Glitterhouse-Nuevos Medios

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