Lo que 500 años no han podido destruir está claro que está destinado a perdurar. Ese es el caso del monasterio de Santa Isabel la Real, fundado por la Isabel la Católica en el año 1504 en pleno corazón del Albaicín. Tras la toma de Granada fue uno de los primeros enclaves isabelinos en erigirse en la ciudad, y ahora como Patrimonio de la Humanidad, representa una de las grandes joyas góticas de Granada.

El convento, donde reside la orden de las Hermanas Clarisas de Santa Isabel la Real desde su fundación, ha recobrado el esplendor que le arañó la historia. Como si no hubieran pasado cinco siglos y un millón de euros después, la fundación Montemadrid y la comunidad de Hermanas Clarisas presentaron ayer el resultado de ocho largos años de trabajo de restauración del monasterio.

El presupuesto total ascendió a 1. 185.910 de euros de los cuales la fundación aportó 948.728 y las hermanas 237.182.

No se puede decir que esta inyección haya caído en saco roto. La mano de la empresa Tracer, encargada de parte de la actuación, se puede ver claramente desde que se atraviesa el umbral de este paraje en pleno corazón del Albaicín, en San Miguel bajo.

El retablo y el soberbio artesonado que reina sobre las alturas y las pinturas murales que han renacido tras los siglos, son los principales orgullos de Tracer, así como el compás de entrada, en la portería de acceso al convento, la llamada Sala del Granero, la Puerta Reglar, además de otros espacios menores.

La obras han estado bajo la mirada experta y la dirección de Carlos Sánchez Gómez, uno de los mejores arquitectos conservadores de monumentos de este país, que ayer se mostró muy emocionado al explicar cada acometimiento en el lugar, y además añadió que las obras han sido totalmente merecidas ya que las monjas "llevan toda su vida restaurando ellas mismas el monasterio".

Sor María del Carmen, abadesa del convento, dijo ayer que estas obras han sido para las religiosas "un regalo inmenso" y mientras paseaban por el interior del precioso claustro llegó a tildar de "milagro" este lavado de cara que se le ha dado a su casa.

El monasterio, pese a haber sobrevivido a las tantas vicisitudes históricas, presentaba los daños irreprochables de la senectud. Las principales patologías se detectaron en la cubierta de teja y en el exterior del presbiterio. En el interior, además de la suciedad generalizada, se pudieron observar las marcas de la erosión, quemaduras y otros daños producidos por el tiempo, del que ni la mayor de las bellezas escapa.

Las pinturas murales, que recorren ahora con vivos colores las paredes del presbiterio con trampantojos -engaños a la vista con imágenes planas- han vuelto a nacer gracias a los restauradores que han sabido ver los tesoros que contenía este espacio.

Entre otros hallazgos, el proceso de restauración ha conllevado un redescubrimiento de gran importancia tanto artística como como histórica: el conjunto de pinturas que se escondían bajo la gran Puerta Reglar por donde las religiosas acceden a la clausura.

Otro aspecto que trasciende a la restauración es la oportunidad que han tenido los trabajadores de desentrañar cómo está construido el artesonado del presbiterio de esta iglesia, presidida por un precioso altar elevado a las alturas por una escalinata, algo no muy común en este tipo de lugar.

Al finalizar la visita, la fundación Montemadrid hizo entrega a las Hermanas Clarisas de un documento pedagógico en el que se les explica cómo han de conservar y mantener el espacio ahora que estrena nuevo look, para que puedan minimizar los daños naturales que puedan sobrevenirse con el paso de los años.

A partir de ahora, este precioso enclave podrá visitarse por 6 euros, y previa llamada al monasterio, para poder formar grupos de diez personas que irán acompañadas de un guía. Santa Isabel la Real, además, contará con un espacio de carácter museístico en la llamada Sala del Granero, que contará a través de llamativas maquetas la historia de este lugar hogar de arte e historia.