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Valiente, contundente... espectacular

  • El autor nos induce a retomar el sentido de la gran escultura, la que partía de un adecuado tratamiento formal para que el material desarrolle su carácter

La escultura junto con la pintura son las dos tendencias artísticas más importantes a lo largo de la Historia del Arte. Si esta ha mantenido su tensión creativa hasta el momento; la escultura, sin embargo, de ser de las artes más importantes desde el principio de los tiempos y mantener en lo máximo su estamento, ha llegado a las más mínimas posiciones en las últimas décadas, cuando otras maneras y otros conceptos expresivos se han posicionado en el medio artístico. No obstante, sobre los años sesenta y setenta de nuestra última centuria, el Reino Unido dio al mundo un momento de esplendor creativo a una escultura que no estaba pasando por su mejor época, con artistas que patrocinan una profunda transformación en el panorama internacional. Autores británicos que consiguen dar mayor valor a la escultura como objeto, independientemente de la consideración tradicional de sus elementos formales y espaciales. Se trata de una escultura que conserva la rigurosidad en la estructuración formal, pero decantándose por una clara libertad en la utilización de los materiales, también, por diluir las fronteras entre lo abstracto y lo figurativo. Nombres tan importantes como Tony Cragg, Will Woodrow, Richard Wentworth, Barry Flanagan, Antony Gormley, Anish Kapoor, a los que hay que sumar el de Richard Deacon, un artista galés, nacido en 1949 y cuya consideración internacional es unánime; lo que se puede constatar en la gran cantidad de premios importantes que se le ha concedido; galardones entre los que sobresale el Turner, uno de los de mayor significación en el mundo del arte y que obtiene en 1987.

La presencia de Richard Deacon en el centro que dirige Fernando Francés no nos puede sorprender en absoluto, sabiendo lo que se cuece en la cabeza del director cántabro y, habiendo presentado, con anterioridad, en el antiguo Mercado Mayoristas de Málaga a los dos escultores británicos más significativos de la generación de Deacon, Tony Cragg y Anish Kapoor. Podríamos decir, por tanto, que se trata de una muestra muy a lo Francés; es decir, por todo lo alto, con un artista importante, con un desarrollo expositivo espectacular, con un espléndido catálogo y con una magnífica selección de piezas. Todo un compendio de muy buenas circunstancias que hacen al buen aficionado entrar en el emocionante complejo escénico de una obra total, expectante, emotiva, inquietante y llena de fuerza visual.

Los espacios centrales del Centro se han llenado con una treintena de obras cuya espectacularidad atrapa al que las contempla. Lo primero que se observa es la variedad material de las obras, esculturas que aúnan materiales tradicionales como la madera o la cerámica, con nuevos elementos constitutivos como el poliéster, el vidrio o el pvc; en todos ellos el artista galés somete a la realidad formal a un especial tratamiento, desarrollando en piezas de gran formato una minuciosidad creativa propia de piezas más íntimas; lo que demuestra el rigor de un artista que lleva a la escultura a su máxima dimensión.

Richard Deacon, en esta muestra que recoge el trabajo de la última década, nos induce a retomar el sentido de la gran escultura, aquella que partía de un adecuado tratamiento formal, manipulando el material conformante para que éste desarrolle su especial carácter. En las obras de la muestra malagueña se observa la pulcritud compositiva del autor que concede importancia a todos los detalles, desde los simples elementos de sujeción a las más significativas estructuras. Todo lo cual redunda en un acabado de contundente claridad que predispone para su ulterior desenlace significativo. Y es que el espectador se siente atraído por el poder envolvente de las piezas, por el trascendente circuito de inquietud que transmite, por el poderío plástico, por su grandiosidad, pequeñas partes de un todo para las que, además, el propio autor abre vías con unos títulos que potencian el sentido de una obra que va mucho más allá de lo que la mirada -aun emocionada por tanta contundencia formal- llega a alcanzar.

Creo que esta exposición del artista británico no podía presentarse en mejor sitio que en estos espacios del CAC Málaga, allí donde anida el espíritu de lo que se siente por lo mejor del Arte internacional. De nuevo, lo más significativo de la creación llega hasta la capital malagueña. Ahora, es la escultura la que vuelve; la gran escultura la que nos envuelve con esa espiritualidad que siempre ha manifestado.

Centro de Arte Contemporáneo, Málaga.

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