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El acto fallido entre recrear y crear

Danza. Compañía: Thomas Noone Dance. Bailarines: S. Albanese, J. G. Arozena, A. Barral, A. Castro, J. Corteza, E. Montes. Escenografía: Max Glaenzel y Estel Cristià. Iluminación: Jaume Ortiz. Música original: Diego Dall`Osto. Coreografía: Thomas Noone. Teatro Alhambra. Fecha: 3 de diciembre de 2011.

El primer espectáculo de la Thomas Noone Dance que llega a Granada diría se parece creativamente a un acto fallido. Retoma esta compañía catalana dirigida por el británico Noone, en este su decimoquinto espectáculo según el programa de mano, un tópico de tradición tan rica como el encierro -The Room, La habitación se titula la pieza- para terminar ofreciendo una lectura plana, chata, sin legitimación o desarrollo discursivo: la narrativa no va más allá del careo a empujones entre sujetos enfrentados, la sumisión del grupo frente al líder o las tentativas frustradas de encontrar un hueco, una salida; El único elemento distorsionador o menos tópico es un suelo acolchado formado por 120 cojines cuadrados y tan grises como la situación neta.

Creativamente, digo, es un acto fallido porque ni coreografías, escenografía, iluminación, vestuario, música, en definitiva el grueso de los lenguajes espectaculares que componen la partitura final de la pieza, consiguen traspasar, trascender la lectura más literal o tópica del motivo. La diferencia entre recrear y crear: The Room no aporta nada, no dice nada ni del sujeto o el espacio clausurado de la Razón, ni de las relaciones entre individuos, la norma o sociedad en la que se inscriben, no, ni mucho menos dice nada del buque insignia, paradigma de los lindes, al que apunta todo encierro, el Estado (el mismo al que en estos días acorralan y lapidan los mercados). Ni sombra en la pieza de Beckett, Pinter, Lorca. Nada que la emparente con las magníficas creaciones recientes de La Zaranda, Peeping Tom o Vandekeybus que --con todas sus diferencias- anclaban la dramaturgia en el mismo motivo o terreno. En Room tampoco hay ironía, humor, no surgen contradicciones entre los sujetos sometidos al encierro, tampoco asoma una show room de las variopintas identidades humanas. Hay una estética relamida en el vestuario y las coreografías recuerdan a la enérgica violencia atlética de Win Vandekeybus, pero sin el poderío técnico, interpretativo y poético del maestro belga. The Room: un pasaje fallido a la creación.

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