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De aire francés

Para festejar de forma civilizada la llegada de la primavera la Orquesta Ciudad de Granada dedicó una noche a la música francesa de comienzos del siglo XX. Cuatro compositores de esa época evocaron imágenes y sensaciones a través de cuatro piezas evocadoras. Al frente de este festín de los sentidos se situó a un director italiano de gran trayectoria, Roberto Benzi, que supo transformar efectistamente la música de su atril a través de un instrumento tan bien ajustado como la OCG.

La primera parte se abrió con una de las obras más conocidas de Albert Roussel, El festín de la araña. Este ballet-pantomima, del que se interpretó una suite sinfónica, supuso uno de los primeros éxitos de relevancia en la producción de Roussel. Claramente descriptiva, esta música presenta diversas escenas que transcurren en un jardín soleado: una araña teje su tela y prepara con avidez una trampa a sus presas, una procesión de ordenadas hormigas llevan un ritmo constante, una mariposa vuela distraída y es atrapada en la tela de araña, … Con cierto cariz impresionista, Roussel, más que narrar una historia, nos describe los acontecimientos que se suceden en aquel microcosmos. Esta cualidad musical fue aprovechada al máximo por Roberto Benzi, que movió los hilos orquestales sabiamente para conseguir el efecto expresivo deseado en cada momento.

Completando la primera parte se interpretó el Concierto para violín de Reynaldo Hahn. Compositor poco conocido por el gran público, Hahn fue uno de los hombres más relevantes en la Francia de la primera mitad del siglo XX. Su concierto para violín es una obra de dimensiones grandiosas, que continúa el modelo trazado por Beethoven, Brahms y Tchaikovsky. Consta, como los anteriores, de tres movimientos, y mantiene una estructura bastante tradicional, pese a haber sido escrito en 1928. Para su interpretación se contó con la joven violinista japonesa Mi-Sa Yang, que con sus veinte años demostró una seguridad y firmeza dignas del más experto intérprete. Abordó la partitura de Hahn con gran maestría, calibrando en cada momento el equilibrio entre fuerza expresiva y melodiosidad que el compositor exige. El resultado fue sorprendente y de enorme belleza, cautivando al público que la ovacionó prolongadamente.

En la segunda parte del concierto destacó la música de otro ballet: La creación del mundo de Darius Milhaud. Escrito tan sólo diez años más tarde que El festín de la araña, se funda sin embargo en pilares estéticos bastante diferentes. Básicamente, Milhaud construye su obra a partir de inspiraciones jazzísticas, tras una estancia en Estados Unidos en la que estudio las músicas urbanas de este país.

El hecho de escribir una pieza que fusionaba el Jazz con el lenguaje académico del momento no fue bien recibido, pero el resultado que obtuvo fue una obra fresca y moderna que aún hoy en día sorprende al oyente con nuevos ritmos y melodías encabalgadas. La increíble intervención de la OCG recordó los mejores tiempos de Josep Pons, el director que introdujo este tipo de música en nuestra programación cultural. Cada parte orquestal estuvo acertada en la plasmación tímbrica que Milhaud dejó escrita, aunque tratándose de Jazz hay que destacar la labor realizada por los vientos. Pocas orquestas españolas tienen una sección de vientos tan buena como nuestra orquesta, lo cual se evidencia cuando, como en esta partitura, se requiere de ellos un tratamiento solista. En particular, José Luis Estellés demostró que los años de experiencia sólo acrecientan su maestría; su swing dejó en los asistentes sugerentes melodías con las que disfrutar en su memoria.

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