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"En la calle el tiempo es sagrado"

  • La obra se representa hoy en la plaza de las Pasiegas

El espectáculo de calle Meeting Point.

El espectáculo de calle Meeting Point. / g. h.

-¿de qué trata Meeting Point?

-Básicamente es la historia de los bailarines, Thiago Luiz Almeida y Henrique de Souza, y de mi con relación con ellos. Vinieron a Euskadi cuando Thiago tenía catorce años y Henrique diez. Pasaron muchos años sin conocerse hasta que se presentaron a una audición de nuestra compañía, Ertza. Ahora son inseparables. Meeting Point habla un poco de eso, de los encuentros. De todo el tiempo que hay que dejar pasar o incluso la distancia que hay que recorrer para que se materialicen muchos encuentros que al final son básicos en nuestras vidas. También con encuentros del lenguaje artístico y de cómo pueden materializarse en uno sólo. En nuestro caso, tanto ellos como yo venimos de ámbitos diferentes de la danza.

Llegar a conseguir el punto de conexión íntima con el público en un medio abierto es algo muy especial"

-¿Cómo fue el proceso de creativo de la obra?

-Llevamos trabajando desde enero del año pasado. Mi objetivo era utilizar su propio material, dialogar desde lo que ellos saben hacer en sus estilos, el hip hop o el break dance, e intentar sacarle la poesía. Quitarle esa característica que pueden tener estos lenguajes de competitividad o afán por el virtuosismo y acercarme a la poesía. A los cinco meses ya estábamos estrenando y al poco tiempo nos recibíamos el premio a mejor espectáculo callejo de Euskadi. Al año nos han dado Max, así que imagínate, más contentos no podemos estar.

-¿Qué diferencias percibe desde la creación entre los espectáculos de calle y los espectáculos de sala?

-Es completamente diferente. En la calle el artista está al mismo nivel que el público. No hay un escenario que haga las veces de pedestal o de ensalzar a la obra o al artista. Estamos al mismo nivel. No hay una iluminación u otros elementos que se puedan manipular en beneficio de la obra. Todo es muy directo y muy real. El público está ahí y si no le gusta coge y se va. Por otra parte puedes llegar a públicos que nunca se habrían planteado pagar una entrada e ir a un teatro. Pasan por ahí, ven algo que les gusta, se paran y dicen "oye, pues igual esto de la danza merece la pena". Para mí eso es lo interesante. En la calle no puedes perder el tiempo, es sagrado. Tienes que captar la atención porque si no, ese que está pasando igual no se para. Conseguir un punto de conexión íntima con el público en un medio abierto es muy especial.

-La gala de los premios Max este año fue bastante reivindicativa ¿Se es consciente desde la clase política y de la sociedad del capital artístico que existe en España?

-Personalmente creo que no. No se es consciente de los recursos, de la gente y del talento que hay. Sobre todo en artes escénicas. Y en danza ya ni te cuento. Parece por otra parte que hubiera que obligar a la gente a que lo apreciase, cuando es un valor en sí. Es evidente que otros países de Europa están a años luz. Ya desde el colegio, los niños van a ver obras, las estudian, se crea conciencia, se crea público que entiende todo esto como parte de la riqueza del país.

-¿Cree que esta incomprensión ocurre también cuando hablamos de obras interdisciplinares? Es decir, piezas quizás más indefinibles, que mezclan la danza, la música, el teatro, la literatura, artes audiovisuales...

-Hay que tener claro que esta parte interdisciplinar siempre existe. Mi trabajo me resulta imposible etiquetarlo. Muchas de mis obras tienen texto y no estoy catalogado como teatro, sino como danza. Es un poco absurdo, hoy en día tendría que abrirse la veda. Todo son artes escénicas. Conviene un poco empezar a utilizar términos que no excluyan a nadie.

-Este jueves se aprobó llevar al pleno del congreso de los diputados un estatuto de los artistas para mejorar sus condiciones laborales. ¿Cuáles son las dificultades para sacar adelante un proceso así?

-Es un poco la sensación de tener que estar tirando del carro. Y de un carro muy pesado además. Lo triste es que si me comparo con otros compañeros de otras comunidades autónomas tengo la sensación de que tampoco me puedo quejar, porque parece que en Euskadi nos dan más ayuda que en otros sitios y tenemos una mejor infraestructura. Estamos en una situación "privilegiada, pero cuesta mucho sacar las cosas adelante.

-En ese contexto que plantea ¿Qué significa para vosotros un evento como el FEX?

-A nosotros nos da el pan nuestro de cada día. Por eso es necesario apoyar estos festivales. Esto sí que necesita un apoyo institucional, incondicional además. No es sólo el Festival, si no todo lo que genera y la riqueza que supone para la ciudad. Tenemos que empezar a valorar la cultura como un bien necesario y que aporta riqueza, no sólo en lo que nos reporta como humanos, sino también en lo económico.

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