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Por las calles de Córdoba

  • Francisco José Jurado rinde homenaje en su detective Benegas a otros sabuesos de la ficción como Kurt Wallander, de Mankell, o Pepe Carvalho, de Vázquez Montalbán.

En ocasiones lo más próximo nos queda a trasmano, o sea lejos, y viceversa. Y conocemos mejor una ciudad a dos mil kilómetros de distancia que otra a doscientos escasos de la nuestra (y uno es capaz de moverse con mayor desenvoltura por el caos de Palermo, por ejemplo, que por las plácidas calles de Córdoba). En estas ocasiones, los libros pueden llevarnos adonde la agenda se niega a hacerlo; no hay lugar en el mundo que no haya generado "su" literatura. Y si de visitar ciudades de esta manera se trata, nada mejor que a través del género urbano por excelencia, la novela negra. Quedémonos a orillas del Guadalquivir, bajo un asesino sol de agosto igualito al que nos está asaeteando en estos días.

En las escasas aguas que el río arrastra durante la canícula, ha aparecido flotando el cadáver de un alto funcionario de la Junta de Andalucía; se parte de la hipótesis del suicidio, pero… La solución del caso recae en Benegas, inspector jefe de la Brigada de Homicidios de Córdoba, que tiene clara una cosa: por muy desesperado que se esté, a nadie se le ocurriría quitarse la vida en caudal tan raquítico. El del cadáver en el Guadalquivir es el primer caso del volumen Benegas del también cordobés Francisco José Jurado, quien, desde la dedicatoria, reconoce la deuda que el suyo tiene contraída con otros sabuesos de la ficción: el Kurt Wallander de Henning Mankell, el detective Pepe Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán y, sobre todo, el comisario Montalbano de Andrea Camilleri.

El segundo caso empieza asimismo con un suicidio aparente, pero se lleva a Benegas a los fríos tercos de diciembre, en vísperas de Navidad, y a los corredores de la Facultad de Derecho, en donde el inspector habría dado alguna conferencia en el pasado, en el marco de unos cursos de Criminología: "De haber seguido al pie de la letra lo que allí expuso, no habría resuelto un caso en su puñetera vida", apunta Jurado, desvelándonos la escuela, más práctica que teórica, de su investigador. En la tercera aventura, en un ardid de inspiración cervantina, Benegas se descubre asimismo como policía de novela en una serie de libros firmados por un tal Frankie Jurado dentro de unas pesquisas que escarban en los gatuperios y las componendas de los premios literarios hodiernos. Es legítimo sospechar alguna andanada contra glorias locales, pero todo cuanto se dice de Córdoba sirve para el panorama nacional. Prestigios hay, los lectores debieran saberlo, iluminados por mil bombillas y enchufes.

El libro deja un muy buen sabor de boca; es refrescante y bastaría esto, en pleno agosto, para estarle infinitamente agradecidos al autor. No obstante, no hablamos sólo de gracejo e intriga, sino de una voluntad de estilo sobresaliente. Francisco José Jurado es un narrador exigente, preocupado tanto por su escritura como por el lector, y por la inteligencia de ambos. Sus tramas, bien trabadas, están pensadas para trazar un retrato, nada complaciente, de su ciudad y de nuestro tiempo. En sus inquisiciones, Benegas tiene que vérselas con el ayer (y el tráfico de niños durante la posguerra), el presente (y los actuales chanchullos del mundillo editorial) o el mañana (y toda la basura que acumula y acumulará el ciberespacio). Al pasear por las calles de Córdoba, pocos se imaginan cuánto callan las piedras.

Francisco José Jurado Almuzara Córdoba, 2009

Patricia Highsmith Anagrama Barcelona, 2009

Carlos Salem Salto de página Madrid, 2009

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