Cultura

El cantaor que nació el mismo día que murió Tagore

  • Antonio Mairena y la Niña de los Peines fueron los padrinos en la primavera de 1964 de una boda convertida en 'ópera' flamenca.

Ayer volví al bar Hiniesta, donde le hice la última entrevista a Juan Peña El Lebrijano. No se hablaba de otra cosa. Pedí un café y volví a sus palabras. "Todo tiene su secuela, su sabiduría. El fondo del café, como decía Gabo, aunque yo nunca le llamaba así. Le decía don Gabriel o maestro". Hace muchos años fuimos a Lebrija a hacer un reportaje en la casa donde se suponía que había vivido Elio Antonio de Nebrija. En 1492 pasaron tres acontecimientos extraordinarios: la rendición de Granada, el descubrimiento de América y la publicación de la Gramática de Nebrija. Los tres en cierta forma le concernían a la ética y la estética de Juan Peña El Lebrijano. Granada nunca se rindió o al menos destejió la red de la rendición cuando Lebrijano secó las lágrimas de Boabdil y grabó con las orquestas andalusíes de Tetuán y de Tánger. "Fuimos pioneros. Después lo hicieron el rock y el jazz", me decía en el bar Hiniesta el 17 de febrero, unos días antes de que se corriera el maratón de Sevilla. América la descubrió muchas veces. La primera en 1964, el año de su boda en Lebrija con Antonio Mairena y la Niña de los Peines como padrinos. Le contó una trola al general Esquivias para que le dejara ir a Nueva York a cantar en la Feria Mundial en un cartel con Antonio Gades y Manuel Vargas. Allí lo recibió el gran Sabicas, el guitarrista que cada vez que el cantaor iba a su casa le regalaba un perrito caliente y una corbata. Tres décadas después volvía a descubrir América con el espectáculo ¡Tierra!, una evocación de Rodrigo de Triana con textos de José Manuel Caballero Bonald, un espectáculo que se estrenó en la Expo 92, la misma en la que su amigo Gabriel García Márquez, autor del mejor de los piropos a su obra ("cuando Lebrijano canta se moja el agua") presentó los Cuentos Peregrinos que al de Lebrija lo dejaron sin habla, no sin cante.

El tercer nexo, el del paisanaje, es Nebrija. A Juan Peña le dejaron unos guantes para que pudiera tocar en el archivo de Salamanca el manuscrito de la Gramática de su ilustre paisano, el que codificó las normas del español para que en el siglo XXI sea el idioma matriz de los Estados Unidos de América en los dominios del inglés, el latín de la modernidad. En la casa donde nació Nebrija no había ni un libro. Vivía una familia en la que el hombre se dedicaba a cuidar de un rebaño de cabras. Cuando los visité, encabecé el reportaje con el título de una novela de Juan García Hortelano: Gramática Parda. En el flamenco conviven como en ninguna otra manifestación artística lo popular y lo culto, el ágrafo y el enciclopedista. Lo decía muy bien Enrique Morente en el texto que firmó el 10 de mayo de 2010 (siete meses antes de su muerte) para el cd La Boda, una recreación artística de los cantes que hicieron más jubiloso el enlace nupcial del hijo de La Perrata. "La realidad ha sido fantástica porque tú y yo", escribía Morente, "pertenecemos a una generación de cantaores que aprendíamos directamente de lo que escuchábamos, es decir, no teníamos, al menos yo, ni tocadiscos".

Un día Juan Peña descubrió que Rabrindanath Tagore murió en Calcuta el mismo 8 de agosto de 1941 que él había nacido en Lebrija. Gitanos de la India con los secretos del ajedrez que tan bien conocía su primo el guitarrista Pedro Bacán al que tanto quería. Se ha ido con Camarón y con Morente, que le decía al final de su regalo de boda: "Entre los más grandes estás tú".

Los espectáculos ¡Tierra!, de Lebrijano, Yerma, de Cristina Hoyos, y Sinfonía Flamenca, de Manolo Sanlúcar, fueron las tres apuestas fuertes del pabellón de Andalucía para la Expo 92. El año que se llevó a Camarón y al Beni de Cádiz, el hermano de Amós Rodríguez Rey, el bohemio que en el colegio mayor Beato Diego de Cádiz organizó el primer curso nacional de Cante Flamenco en 1961. Juan Peña tenía veinte años, la edad con la que se va a El Duende de Madrid después de actuar en la Venta de Antequera que llevaban Gitanillo de Triana y Pastora Imperio.

En el bar Hiniesta brindan por él, lloran por él, ríen por él, una institución allende la muralla de la Macarena. Aquel día de febrero hablamos de Sabina y de Serrat, con el que se echó un pulso de voces con Felipe y Guerra de testigos. Hablamos de cine con el paisano de Benito Zambrano, de cuando se metió a ver Satiricón de Fellini en un cine de París. Hablamos de fútbol: en la cuna de Lebrijano hay dos equipos, eternos rivales, la Lebrijana y el Antoniano, donde juega Juan Salvador, uno de sus cuatro nietos, que quiere ser futbolista y torero.

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