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El concierto necesario

  • Pierre Hataï en cada pieza adquiría un aire especial

  • Estamos ante un auténtico espectáculo que resultó coherente, sincero y profundo

Pier Hantaï, en el Auditorio Manuel de Falla la noche de lunes.

Pier Hantaï, en el Auditorio Manuel de Falla la noche de lunes. / José Albornoz

Nos encontramos en la recta final de una edición del Festival Internacional de Música y Danza muy especial, con muchos alicientes, especialmente, la nueva Dirección del Festival y el protagonismo a la música francesa, sirva como ejemplo la orquesta gala Les Siecles, con la que disfrutamos la Inauguración de esta edición en el palacio de Carlos V, o los repertorios únicos en torno a franceses eternos que hemos vivido como Debussy, Saint-Saëns o Poulanc con magníficas interpretaciones que nos han regalado diversos intérpretes. Pero el círculo permanecía abierto, faltaba un elemento esencial. En este contexto, era obligada una velada dedicada a una de las páginas más representativas de la música francesa de todos los tiempos, y esa tarde "necesaria" fue la del lunes 2 de julio. De las manos del Maestro Pierre Hantaï una autoridad en el clavecín, y con un repertorio en torno a las dos grandes figuras del Clavecín de Francia y de todos los tiempos: François Couperin y Jean-Philippe Rameau. Fue el lunes, por tanto, cuando se escenificó la importancia del legado de estos compositores a la literatura mundial de tecla y embelesó al público. Así sí se entiende de manera global la aportación general de Francia al mundo de la música.

Un público que ocupó más de dos tercios del aforo de la Sala de Cámara del Auditorio Manuel de Falla, y que acompañó con un silencio imponente la maestría de Hantaï. Un silencio solo roto por la cerrada ovación tras la primera parte del programa y a la conclusión del mismo. Forzando al maestro a salir de nuevo a interpretar otra pieza de Couperin, como bis, y que de nuevo, tras otra cerrada y sincera ovación, se ganó un segundo bis, en el que Pierre Hantaï anunció una pieza de Georg Friedrich Händel, que causó sorpresa entre el público, tras una velada tan francesa. Fue una noche elegante, mágica y para el recuerdo, gracias Festival.

Pierre Hantaï, es un reconocido clavecinista y también director de orquesta, una de las autoridades mundiales del clavecín. Comenzó con once años a tocar y estudiar clave, y ha tenido maestros como Arthur Haas o Gusrtav Leonhartd. También colabora en repertorios de música antigua con intérpretes como Jordi Savall o Philippe Herreweghe. Salió decididamente hacia el clave, pero antes de sentarse nos dirigió unas palabras en perfecto español (aunque dijo que no hablaba nuestra lengua) para destacar que sumaría tres pequeñas piezas de Couperin al programa de mano. Todo un regalo. A partir de ahí, todo fue música en mayúsculas. Pierre, en cada pieza adquiría un aire especial, dependiendo del carácter, la temática, la tonalidad, interpretaba con mayor brío, expresividad o melancolía. A veces parecía dirigirse a sí mismo, otras, de manera arrebatadora y absolutamente virtuosa discurría por el teclado con la naturalidad de los "grandes". De hecho, al término de cada pieza, ya pasaba la página de la partitura con el aire y el carácter de la nueva pieza. Estábamos ante un auténtico espectáculo, coherente, sincero y profundo.

Una primera parte que comenzaba con Rameau y terminaba con Couperin y una segunda en espejo, que comenzaba con Couperin y terminaba con Rameau evidenciaron la maestría de ambos compositores. Couperin, fue en época del Rey Sol, uno de los músicos más importantes de Francia. Él inicia un camino que se va alejando del Barroco y transita hacia elementos de mayor libertad en la elección de temas, y de formas que seguirá Rameau unos quince años más joven. Hoy es fácil hablar de Barroco o Rococó, pero no dejan de ser etiquetas que nos ayudan a entender la historia, pero en la propia época, fueron estos compositores los que crearon ese recorrido que buscaba mayor libertad.

Lo que pudimos disfrutar el lunes y la gran aportación del Festival con esta propuesta, este clavecín, afinado hasta la exquisitez y este intérprete, es haber podido sentir, cómo las formas musicales tan estereotipadas del Barroco, poco a poco se van tornando más flexibles y libres, lo temas son más variados, mitológicos, populares, más sencillos. Se busca un arte y una música que, llena de ornamentación, nos propone unas melodías sencillas, sutiles, elegantes siempre, llenas de matices y ricas en expresiones en cada pieza, y eso lo logró transmitir a la perfección Pierre Hantaï, con su mirada a veces infinita, a veces escurridiza, a veces ensimismado, otras generoso en gestos.

El resultado fue ir disfrutando de Entrada de los Boréades, de Rameau; de Los Chinos, La pequeña irónica, Los molinos de viento, El espantapájaros, Las barricadas misteriosas, etc. Todo un repertorio a base de pequeñas piezas que Hantaï iba iluminando y deleitando al público desde la esencia de cada pieza, en unas centrado en pasajes rápidos con ritmos vivos y cruce de manos, con claras influencias de Scarlatti, en otras centrándose en los ideales de belleza de una Francia que se va alejando del Absolutismo de Luis XIV y va dando cabida a otros temas más "sencillos" como las piezas citadas.

Felicidades al Festival, al Maestro y sobretodo al público que entendió desde un principio que la propuesta y el contexto hacían de esta tarde de Festival un hito y un momento muy especial.

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